Septiembre cuando ha madurado el verano y se anuncia la plenitud otoñal, es también el mes que florecen en los santuarios de España, las cruces con las veneradas imágenes de los crucificados, que los escultores castellano-andaluces, góticos o renacentistas, los Cornejo, Martínez Montañés, Mena, Roldán, Andújar, Girón, realizaron con la trágica muestra de su arte, con tenaz afán y animosa maestría... En La Laguna florece la cruz del santísimo Cristo de San Miguel de las Victorias... La Historia ha enroscado el multicolor desarrollo de los siglos, alrededor de la cruz de plata.
La conmemoración se celebró desde el año 1532, pués es seguro que "Andrés Gallardin, vecino de La Laguna, para la fiesta que en el mes de septiembre se hace, ha dado toros para solemnizarla..." Estos toros, las verbenas con feria, puestos de baratijas y ventorrillos con refrescos, los actos teatrales, las danzas y la procesión animaban la alegríá total del pequeño núcleo urbano, que fué entonces Aguere. En la población relativamente grande, se centraba la imagen venerada, la sobrecogedora efigie que don Alonso Fernández de Lugo, encargó a Andalucía, porque por encima de la fanfarría de la fiesta, estaba y está la procesión.
En un imaginar de sucesos laguneros, pienso a veces en cómo serían aquellas fiestas, y el pensamiento se detiene principalmente en dos de ellas, de las tres que considero trascendentales; la primera está situada en 1520 y la otra en 1810. Ninguna de las dos se celebró en septiembre; quizá por eso me resultan interesantes y extraordinarias.
El año 1520 se estaban cumpliendo los veinticinco del nacimiento de la ciudad de San Cristóbal... Un día, de un barco venido del sur de Andalucía, de Sanlúcat de Barrameda, y que fondeó en el puerto de Santa Cruz, bajaron la escultura, que había que traer aquí... La llevaron por la carretera vieja, casi sendero aún, único en aquellos años; tiempo y tiempos caminando con la carga por los campos, entre trochas, barrancos y colinas. En La Laguna, joven aún, pero ya cabeza política y militar, sus pobladores acudían al paso del cortejo, que por delante de las casas en construcción del Cabildo, por delante de las modestas viviendas de don Alonso de Lugo, de don Jorge Grimón, de Lope Hernández de la Guerra, por la calle donde corrían las cruces de madera que soportaban los arcaduces que traían el agua de Las Mercedes, fué caminando hasta el convento franciscano casi acabado... ¡Primera procesión... descubrimiento emocionado de la cruz que se iba a clavar en la esencia de la ciudad!.
No hubo grandes fiestas en 1810. Fué un mal año.La guerra con los franceses de Napoleón, pesaba con la tragedia de sangrientos episodios. En Santa Cruz se sufría una cruel epidemia de peste que causó numerosas víctimas, y para que no llegase a La Laguna, se formó un cordón sanitario... El 28 de julio de aquel año, estalló un incendio en la ciudad. Por la noche y de improviso ardió el convento de San Miguel... Con la natural consternación, el pueblo acudió a intentar salvar lo que se pudiera... Sacaban la escultura a la placita, cuando la techumbre en llamas se vino abajo... Unos momentos más y... ¿quién sabe?...
Rápida, desordenada y fervorosamente se organizó la procesión... En la madrugada veraniega, caliente y angustiada, llevaron el Cristo a la iglesia de Los Remedios... Lo iban alumbrando con teas que tomaron de las vigas caídas del incendio. De nuevo una interesante postura de amor. Imaginemos el clamor de devoción y de afectos... Las voces de súplica y confianza... fieles expresiones del amor del pueblo estremecido.
Muchas celebraciones han corrido desde 1532 y con ellas muchos cortejos procesionales. Quizá los dos que he citado fueron excepcionales, (sin olvidar el que motivó el aluvión de 1713); iguales en el fondo y distintos en la forma, al que este año de 1983 volverá a llevar la sagrada imagen del Cristo de La Laguna por las calles de ciudad.