Cristo Buen Pastor
Óleo sobre lienzo, perteneciente al siglo XVIII, de estilo barroco. La obra es de autor desconocido y se encuentra en el lado del Evangelio.
Desde el comienzo del cristianismo, el «buen pastor» es la imagen de Jesús de Nazaret que, en su calidad de pastor, cuida y salva a su rebaño.
Desde los tiempos del cristianismo primitivo se asoció la imagen del pastor que sale en busca de la oveja perdida con la de Cristo como Buen Pastor. La profusión de representaciones escultóricas y pictóricas del tema del pastor y la oveja en el arte paleocristiano es notable: se identificaron hasta 892 representaciones. Pueden identificarse imágenes datadas del siglo ii; en su mayoría pertenecen a los siglos III y IV. La representación del Buen Pastor comenzó a menguar en su frecuencia hacia fines del siglo iv y prácticamente desapareció en el siglo V. La representación del «buen pastor» desaparece completamente en la Edad Media, hasta que se recupera entre el siglo XV y el XVI, para volver a quedar relegada en el sigloXIX. En el siglo XVII y XVIII reaparece a veces con la versión de la «divina pastora». La inspiración de las primeras representaciones se toma de la imagen de Orfeo —al que se le atribuía el don de encantar a los animales mientras tocaba la lira—, y de las representación de las obras romanas en las que el cordero entre los brazos era un símbolo de filantropía. En el primer tema el «buen pastor» guarda su rebaño, de pie o sentado. La otra representación con el cordero extraviado en los brazos o sobre los hombros está mucho más extendida y procede directamente de los modelos paganos del moscóforo o el Hermes (Crióforo) que lleva la oveja del sacrificio.
La variedad de representaciones es numerosa. Las características comunes de las obras suelen presentar a un niño que porta un báculo, cayado o flauta, con túnica, y que tiene en su regazo o lleva sobre los hombros un cordero. También se ha representado con Jesucristo adulto.
En pintura se encontraba ya en la catacumbas de San Calixto o de Domitila. Una de las representaciones del «buen pastor» más conocidas es la de Bartolomé Esteban Murillo. En la escultura ha sido también una imagen común, que empezó siendo esculpida en los flancos de los sarcófagos y recurrente en la música religiosa, como la pieza para órgano, El tríptico del buen pastor, de Jesús Guridi.
Virgen de Candelaria
Perteneciente al siglo XVIII, de estilo barroco. Esta obra se atribuye a Cristóbal Hernández de Quintana (1651-1725).
Se encuentra a los pies de la nave, bajo el coro. El estilo Quintana, se define a través del gusto por el dibujo, preciso y de gran colorido.
Es interesante, indicar cómo desde mediados del siglo XVII, Nuestra Señora de Candelaria, fue representada en lienzos tal y como la encontrábamos en el Santuario.
Uno de los atributos destacados de la Virgen (La Candela), viene dado por un pasaje del Evangelio de San Lucas donde nos habla de la fiesta de la Presentación de Jesús en el templo, donde a la vez, se celebraba, el acto de Purificación de María o de la Candelaria (consistía en una procesión de madres con cirios y acompañadas de sus hijos). En esta imagen, se puede obsevar la antigua escultura revestida con ricos brocados y ataviada con rostrillo.
Virgen de las Mercedes
Óleo sobre lienzo, del siglo XVIII, de estilo barroco. Su autor es Gaspar de Quevedo, data de 1616-1670, y se ubica en el lado del Evangelio.
Los acogidos bajo el manto portan sobre su pecho el escudo de la orden, y es la representación de la patrona de los religiosos de la Merced. Su manto es sostenido por ángeles, y la escena está presidida por Dios padre. En el cuadro se puede observar, como en el extremo izquierdo de la representación hay un personaje que trata de salir del lienzo, para llamar la atención del espectador.
La obra pictórica, se inspira en un grabado de Pierre de Iodde el Joven. Las figuras poseen un, alargamiento cuyo significado, es una rémora de tipo manierista. La tela fue restaurada en 1985, en el Taller de Restauración del Cabildo Insular de Tenerife.
Posee un hábito pardo con velo negro, cordón blanco y sandalias; en general vestiduras de aspecto columnario que no hierático. En la cabeza porta una corona de rosas, aunque no se percibe con claridad debido a lo oscuro de la tela y el paso del tiempo. En segundo plano apenas se percibe la cortina que atraviesa la escena en diagonal.
San Pedro Penitente
Óleo sobre lienzo, obra anónima, del siglo XVIII. Pedro iconográficamente se relaciona con el gallo -representado en el lienzo-, debido a que en los evangelios de Mateo y de Lucas, se menciona cómo anunció Jesús a su discípulo Pedro lo siguiente: "esta noche, antes de que cante el gallo, me negaras tres veces".
Se distribuye el santo, en la composición pictórica de forma diagonal. Sostiene un libro y llaves, habituales también en sus representaciones.
San Juan Evangelista
Óleo sobre lienzo, siglo XVIII, barroco, y anónimo. Ubicado al lado del Evangelio.
Las composición es sobria, con un aire de majestuosidad, seguramente originado por el alargamiento de la figura, así como, por cierto estatismo y su porte elegante, que se combina con su rostro bastante iluminado en contraposición a un fondo neutro.
Se suele representar a San Juan Evangelista como un joven sin barba, cuyos atributos son el águila y un libro (en referencia al evangelio) y serpiente o dragón (que sale de una copa), aunque esto varía según épocas y tradiciones.
Santa Barbara
Óleo sobre lienzo, de estilo barroco, del primer tercio del siglo XVIII. Su figura y culto surgió en Oriente. La obra se atribuye a Hernández de Quintana. Se encuentra a los pies de la nave, en el lado de la Epístola.
La escena se representa en varios planos: en primer término, la santa, que está algo desproporcionada, a la izquierda y en un segundo plano, la torre, un atributo común en sus apariciones, y que hace referencia a la leyenda donde se relata que el padre de Santa Bárbara, llamado Dióscuro, la encerró en una torre, con la intención de sustraerla a las miradas de los hombres. (Otras versiones indican que fue más bien para evitar que se convirtiera al catolicismo).
Destacado, es el fondo paisajístico, de calidad artística superior, imitando a la escuela flamenca. Posee aires de dignidad y majestad, por su postura estática, ello hace que disminuya su emotividad. Su ropaje pudo estar influenciado por Zurbarán, y los detalles que señalan a Hernández de Quintana como su realizador, es su dibujo preciso y correcto, además del color en ropajes y joyas.
Santa Rosa de Viterbo
Óleo sobre lienzo. Fue donada junto con otro lienzo con la imagen de San Francisco, de similares características, en 1745.
En la obra pictórica sobresale la austeridad y los efectos de claroscuro. Permanece de pie, con la cabeza orientada hacia el lado derecho y una expresión mística e intensa, al mirar hacia la cruz que porta en la mano izquierda. Lo más destacado de éste cuadro es el éxtasis devocional de la santa.
Posee un hábito pardo con velo negro, cordón blanco y sandalias; en general vestiduras de aspecto columnario que no hierático. En la cabeza porta una corona de rosas, aunque no se percibe con claridad debido a lo oscuro de la tela y el paso del tiempo. En segundo plano apenas se percibe la cortina que atraviesa la escena en diagonal.