Con la venia del Sr. Acalde de San Cristóbal de la Laguna, representante de SM el Rey en los actos de la festividad del Cristo de la Laguna, y del señor Obispo de la Diócesis Nivariense; señores del Consistorio Municipal lagunero, Esclavo Mayor, Junta de Gobierno y Hermanos Esclavos de la Pontificia, Real y Venerable Esclavitud del Santísimo Cristo de La Laguna, Reverendo Rector del Santuario, autoridades municipales de las Corporaciones que estén presentes, autoridades civiles, militares, eclesiásticas y consulares; señor presidente de la Junta de Hermandades y Cofradías; representantes de las instituciones sociales y culturales ; amigas y amigos laguneros; señoras y señores; medios de comunicación, gracias por su asistencia y al Sr. Alcalde por la generosa presentación que me ha hecho.
Para un herreño que siempre se ha considerado cristiano viejo, militante activo y combativo a temprana edad de las Hermandades Obreras de Acción Católica, y que es devoto del Cristo de la Laguna desde los días alegres de la infancia, es un inmenso honor pregonar sus fiestas, lo que agradezco profundamente al Sr. Alcalde, al Sr. Obispo, y a la Venerable Esclavitud del Santísimo Cristo de La Laguna. Los herreños, sean o no creyentes, somos todos fervientes devotos de la Virgen de los Reyes y a por mediación de ella, la Madre Amada, he tenido la inmensa fortuna de que la Divina Providencia me haya otorgado la gracia de la fe cristiana, el don más precioso que Dios ha dado a los seres humanos, más que la libertad y la honra, que exaltó Cervantes en boca del Quijote : “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida. No erró el Ingenioso Hidalgo, la libertad es uno de los más preciosos dones, pero el más precioso de todos es la fe cristiana, como se lo confirmó a Sancho, cuando le dijo: “Encomendémoslo todo a Dios, que él es sabidor de todas las cosas que han de suceder en este valle de lágrimas, en este mal mundo que tenemos, donde apenas se halla cosa que esté sin mezcla de maldad, embuste y bellaquería.» Tanto derroche intelectual para negar a Dios en nombre de la libertad, olvidando que no hay libertad sin Dios.
Este pregón, ciertamente atípico, se atiene al contenido que debe tener todo pregón religioso según un decreto de Religiosidad Popular Episcopal, que establece que lo que no puede faltar en un pregón es Dios, y que los pregones religiosos deben ser una verdadera proclamación y expresión de la fe que profesamos, y un instrumento providencial de evangelización para los creyentes y no creyentes. En su consecuencia, el contenido del pregón que van a oír son unas reflexiones sobre la fe y sobre temas inescindibles de la fe, como el significado de Jesucristo para aquellas personalidades que se consideraron agnósticos o ateos , que no tuvieron la suerte de que se les haya concedido la gracia de la fe, pero a los que Dios nunca abandona, tema que me ha apasionado desde siempre; o como el laicismo excluyente de la fe que se invoca en vano con frecuencia para intentar desterrar a Dios y expulsar al crucifijo de los lugares públicos. Pero lo que pretendo en este pregón, sobre todo, es proclamar la fe cristiana de quien es cristiano por encima de cualquier otra consideración, incluso por encima de mi amor a España, a la que he amado y amaré siempre-la patria grande cuyos muros ahumados no caben en la historia como nos dijo Benito Pérez Galdós a los canarios en Madrid el 9 de diciembre de 1900,- lo que debo a mis tempranas lecturas de su obra, aconsejado por mi maestro el escritor herreño José Padrón Machín; y, por supuesto, por encima de mi militancia política, amaestrada por el tiempo. Después de todo lo que he sido y hecho, como se ha relacionado en mí presentación, sólo quiero ser a mi edad, en que tengo ya echadas todas las vanidades en la espalda, un siervo inútil que lo que he hecho no es más que cumplir con mi deber, como se dice en el evangelio de San Lucas, un cristiano, a pesar de mis limitaciones y defectos, con la fe del carbonero en el mensaje salvador de Jesús de Nazareth, nuestro sólo y único Señor, nuestro amo, como dijo Cervantes en boca de Sancho, sin calificativos, aunque a veces me he permitido licencias del leguaje considerándome para dar autenticidad a mi cristianismo, cristiano de San Francisco, como el Santo Padre Francisco , que ha tratado de emular infructuosamente a San Francisco de Asís por su opción preferencial por los pobres de la que tanto habló mi confesor, el Obispo Echarren.
1)LA FIGURA HISTÓRICA DE CRISTO.- Creo que todo cristiano debe dar, sobre todo en la festividad del Cristo de la Laguna, testimonio de Jesucristo y propagar el Evangelio. Como dijo el escritor italiano, inicialmente ateo y escéptico, y posteriormente fervoroso católico, Giovanni Papini: A pesar de tanto derroche de tiempo y de ingenio Cristo no ha sido eliminado de la tierra. Su memoria y su realidad están en todas partes. Ya pueden raspar los frescos de la iglesias, quitar los cuadros de los altares, los crucifijos de la escuelas. Ya pueden echar al fuego, misales, breviarios y devocionarios, su nombre y su palabra se encontrarán por todas partes y en todos los libros. Hágase lo que se quiera. Cristo es un fin y un principio, un abismo de misterios divinos entre los dos períodos de historia humana el antes y el después de Cristo. Nuestra era, nuestra civilización, nuestra vida comienzan con el nacimiento de Cristo. Podemos investigar y saber lo que hubo antes de Él; pero ya no es nuestro, circunscrito en otros sistemas, no nos mueve. Cristo es ayer y hoy. Cesar hizo en sus tiempos más ruido que Jesús, y Platón enseñaba más ciencias que Cristo. Sí, aun hablamos de ellos y nos enseñan, pero ¿quién se acalora por Cesar o contra Cesar? Y lo mismo con Platón y tantos otros. Se estudian, se hacen películas, se escriben libros pero ¿tiene sentido decir que se da la vida por ellos? ¿Tiene sentido decir que configuran nuestra vida y que se puede vivir de ellos como camino, verdad y vida? Cristo, por el contrario, está siempre vivo entre nosotros. Hay una pasión por Cristo y hay otra que quiere destruirlo, ignorarlo. Los mismos que se esfuerzan en negar su existencia, y su evangelio, su “buena noticia” se pasan la vida recordando su nombre.
En mi opinión, que explicaré en este pregón, basada en mi dilatada e intensa experiencia profesional y política, en la que he estudiado a muchas personalidades que pretendieron ignorar a Jesucristo, aunque no destruirlo, como dice Papini, es que la mayoría de ellas, cuya vida y obra he investigado durante mucho tiempo, que se consideraron o los consideraban agnósticos, ateos, o heterodoxos, como los denominó Menéndez y Pelayo, aunque realmente eran anticlericales, no ignoraron sinceramente a Jesucristo ni les era indiferente, aunque no lo manifestaran, y se distinguieron por su respeto a las creencias religiosas y a la figura humana de Jesucristo, con el que se reconciliaron en el momento de su muerte, salvo excepciones de algunos personajes sectarios que, no obstante, como dijo Papini, se pasaron la vida recordando su nombre. No percibo la cristofobia que se ha denunciado desde algunas posiciones católicas integristas. Antes al contrario. Hasta los más encarnizados enemigos del cristianismo muestran aprecio, reconocimiento y respeto hacia Jesús de Nazareth, como el filósofo Federico Nietzsche que decía que Jesús había sido "el único cristiano de verdad”. Creyentes de las diferentes religiones y no creyentes de las distintas ideologías coinciden en reconocer su inmensa estatura humana, sus valores éticos, su compromiso con los excluidos y su enseñanza, como Gandhi, Einstein, el heterodoxo Loisy, Pasolini, Camus, Leibniz, Bertrand Russell, que le reconocen como "maestro de moral", y Johann W. Goethe que dijo: "Me inclino ante Jesucristo como la revelación divina del principio supremo de moralidad". René Wellek, le llamó "el poeta del espíritu" y de su vida dijo Oscar Wilde que era "el más maravilloso de los poemas".
Toda mi vida la he dedicado a la conciliación de la fe con la racionalidad, de la laicidad integradora con la confesionalidad, a la defensa de la neutralidad política de la religión, así como a la conciliación de lo que se ha dado en llamar las dos Españas, aunque una de ellas, y a veces las dos al mismo tiempo, nos han helado el corazón, como nos advirtió Antonio Machado. La intransigencia ha sido la flor nefasta de la vida social, política y religiosa de la España contemporánea. En la época de Riego los liberales clamaban: “el libre pensamiento defiendo y proclamo en alta voz, pero muera el que no piense como pienso yo”. Es en España donde surge la tendencia a eliminar al discrepante. “El enemigo de un español es siempre otro español”, diría Azaña. Esta intransigencia se manifestó en el terreno religioso en el que el catolicismo intransigente dogmático anticristiano y el laicismo sectario y reaccionario enfrentaron al cristianismo con el krausismo, a los que les unía más de lo que les separaba. No siempre fue así. Ha habido épocas en que imperó la tolerancia y la concordia. Entre el fragor de las contiendas civiles y religiosas siempre ha fluido la humilde corriente de los conciliadores, entre los que pretendo modestamente encontrarme cuando se escriba una historia de los españoles tolerantes, mas edificante que las de los heterodoxos, como aspiraba Gregorio Marañón, a pesar de que, como he experimentado en carne propia, siempre hemos sufrido y sufriremos la incomprensión de media España si nos acercamos fraternalmente a la otra media. Los cristianos debemos exigir al Cesar que respete y proteja nuestras creencias y prácticas religiosas, pero no podemos pretender que las recoja en sus leyes positivas y se las imponga a los discrepantes de aquellas.
Siempre he creído y deseado, debido a mi indeclinable condición de cristiano comprometido, que podían llegar a entenderse Francisco Giner de los Ríos, el alma más noble del siglo XIX, al decir de Madariaga, Fundador de la Institución Libre de Enseñanza; y Marcelino Menéndez y Pelayo, católico a machamartillo, que tuvo entre sus alumnos a institucionistas como Menéndez Pidal. Con la Institución colaboraron sacerdotes ejemplares, fervorosos católicos seglares, algún Obispo como Monseñor Rubio, Obispo de Salamanca. Don José Canalejas, también institucionista, uno de los estadistas y oradores parlamentarios más importantes de la historia contemporánea de España, de grato recuerdo para los canarios por ser el autor de la Ley de Cabildos de 1912, liberal católico que tenía una capilla en su domicilio particular, dijo: La doctrina krausista, corregida en lo que se tenga que enmendar, fortalece y vivifica la enseñanza cristiana, que quiere que yo, como individuo, no exista fuera de Dios. Francisco Giner, fundador de la Institución Libre de Enseñanza, sostuvo claramente que no hay ni puede haber genero alguno de antagonismo entre la religión del Mesías y la libertad fundada por ella sobre bases indestructibles. No hay incompatibilidad entre fe y libertad. Permítanme llamar la atención un momento sobre esta frase que no tiene desperdicio, en la que se afirma claramente, nada menos que: la libertad está fundada en la religión del Mesías sobre bases indestructibles, ¡Casi nada!. Lo dice quien fue considerado un heterodoxo ideólogo del laicismo liberal, transformado con el tiempo en incluyente e integrador. El krausismo inspiró la Institución Libre de Enseñanza y lo que denominó “mandamientos de la humanidad”, cuyo primer mandamiento decía: “Debes conocer y amar a Dios, orar a Él y santificarlo”.
Francisco Giner de los Ríos y Menéndez Pelayo, se conocieron en Santander en 1890, y se saludaron con respetuosa cordialidad, y aquél le dijo que aunque seguían caminos distintos “quien saben si nos encontraremos en alguna parte”. El día que logremos que se encuentren, aunque sea en el camino a Itaca, habremos conciliado definitivamente a las dos Españas, y superado el antagonismo laicidad-confesionalidad, que aún no acaban de conciliarse plenamente, cuando parecía que habíamos logrado la reconciliación tras la Transición, que ha retrocedido por las intransigencias crónicas que siempre nos acechan en las curvas ilusionadas de nuestra historia, olvidando, como dijo Galdós, que el inmovilismo mata a los pueblos por parálisis y el estado continuo de revolución por el mal de San Vito, conocida enfermedad degenerativa. Ejemplo de ese encuentro es el de Marcelino Menéndez y Pelayo asistiendo en primera fila el estreno de Electra, la obra anticlerical de Galdós, y presentando en un noble discurso a éste para su ingreso en la Real Academia; y el discurso de Galdós presentando a José María Pereda, al que dijo: “sus juicios tan severos sobre mi obra son la mejor prueba de la consistencia de sus doctrinas y del afecto que me profesa; ni usted es tan clerical como alguno cree, ni yo tan furibundo librepensador como suponen otros”.
La cosmovisión cristiana y religiosa de Benito Pérez Galdós, “el hacedor intelectual” del siglo XIX, como lo calificó Juan Marichal, alcanza una de sus más genuinas expresiones en el elogio y admiración que sintió por Ernestina Manuel de Villena, rica joven piadosa que renunció a su futuro en la alta sociedad madrileña para dedicarse abnegadamente a los pobres del depauperado Madrid del siglo XIX, para la que reclamó su canonización e inmortalizó con el nombre de Guillermina Pacheco en su novela “Fortunata y Jacinta”, la mejor novela española después del Quijote, como ha dicho el Premio Nobel Vargas Llosa. Recordó don Benito al niño Jesús cuando escribía Gloria; e imaginó así el de Murillo: «… aquel chicuelo divino, cuyos ojos tan lindos como inteligentes miraron con amor al mundo antes de reformarlo. Diríase de él que no nació de madre, sino por milagro del arte y de la fe, recibiendo cuerpo y vida de la ardiente inspiración de Murillo». Gregorio Marañón decía que Galdós tenía una religiosidad soterrada. Llegó a dedicar un bellísimo texto a la Virgen María, realmente sorprendente e increíble en un hombre anticlerical tenido como agnóstico, en su Crónica de Madrid, pag.1320:”María es la belleza suma, la virtud suma, el ideal de la gracia, de la pureza, del amor; criatura divina, inmaculada, inocente, resplandece en nuestra religión como astro de luz inextinguible; es nuestro constante consuelo y nuestra esperanza; nos admira y nos redime en la tierra y nos llama en el cielo; es la creación más bella de Dios y la personificación más hermosa de la virtud; todos la amamos y todos la invocamos con fe; su mirada penetra en nuestras almas siempre consoladora, inundada de paz y amor”. En las inscripciones religiosas que hay en los muebles del despacho y dormitorio de don Benito que se conservan en la Casa Museo Pérez Galdón, en la calle Cano de Las Palmas, se puede leer “Ave María Gratia plena”.
En el despacho del Congreso de los Diputados, figuró desde tiempo inmemorial un magnífico crucifijo de marfil. El presidente de las Cortes Constituyentes de la República, don Julián Besteiro, no quiso tocarlo. Como el señor Largo Caballero le hiciera una indicación desaprobatoria, aquel gran señor, que había sido el mejor presidente parlamentario de los últimos cincuenta años, le contestó que conservaba el crucifijo por ser una gran obra de arte y porque era un símbolo que a él no le molestaba. Enrique Tierno Galván, alcalde de Madrid y agnóstico declarado, decidió mantener el crucifijo que se encontró en la mesa de su despacho, porque, según dijo, lo consideraba un símbolo de amor y fraternidad.
El intelectual socialista humanista no marxista Don Fernando de los Ríos se confesaba cristiano erasmista. Su laicismo no era antirreligioso sino cooperativo, como puso de manifiesto su protagonismo en la negociación por un acuerdo de conciliación, que lamentablemente fracasó, entre el dogmatismo y el anticlericalismo, con Alcalá Zamora, presidente de la República, católico practicante, el cardenal Vidal i Barraquer y el nuncio Tedeschini, cuya defensa en las Cortes debió hacer en solitario, sin el apoyo del grupo socialista, ni del Gobierno. Aunque agnóstico, Don Juan Negrin, presidente del Gobierno de la II República, y eximio científico, maestro de grandes maestros, tenía un profundo respeto y amor por su madre Doña Dolores López Marrero, que murió en Lourdes por amor a la Virgen, por su hermana Lolita, que profesó en una Orden religiosa, y por su hermano Heriberto, sacerdote claretiano. Una muestra de su tolerancia y respeto por las creencias de los demás es la carta, a la que he tenido acceso, que desde Paris, le dirigió el 20 de julio de 1952 al que había sido uno de sus discípulos, D. José María Corral, profesor de Bioquímica de Cádiz:
"Mi buen amigo: A nuestro antiguo amigo y colega Bellido le ha tocado su hora según me acaba de informar su hija desde Toulouse para donde salgo ahora. Vd. que comparte sus mismos sentimientos, se alegrará saber que D. Jesús ha muerto como el católico ferviente que siempre ha sido y que a él ciertamente le hubiese emocionado saber que vd. lo recuerda en sus plegarias, cosa que no podemos hacer, a menos en la misma manera, los que no tenemos el privilegio de haber sido tocados por la fe. Las adversas circunstancias de su vida, le hicieron decir: “El sentimiento religioso es una de las cosas que mayor respeto pueden y deben inspirar a toda persona. Ni la República ni ninguna organización del Estado que sepa lo que tiene por delante, puede pretender suprimir, acabar y anular el sentimiento religioso. Con el evangelio en una mano y la Constitución en otra, no hay problemas insolubles en España”. La conclusión a la que cabe llegar sobre esta reflexión del ilustre científico y estadista, de cuyos hijos he sido abogado, es que se equivocan los que creen que los problemas de España se solucionan sólo con la Constitución con olvido del evangelio.
La Fundación Juan Negrin, de la que soy Vicepresidente, ha publicado un libro sobre el sacerdote claretiano Heriberto Negrín, hermano de Juan Negrin, del que es autor el historiador eclesiástico, el sacerdote grancanario Julio Sánchez. En dicho libro aparece la correspondencia mantenida durante la contienda fratricida entre los dos hermanos, como prueba de la convivencia fraternal ejemplar y pacífica de las dos Españas en el seno de la misma familia; y algunas de las más importantes homilías del padre Heriberto Negrín, consumado teólogo, que aparecieron en el archivo de la familia que se trajo de Paris, como la pronunciada el 30 de enero de 1930, en la Capilla del Hospital San Martin de Las Palmas de Gran Canaria, en la línea de G.Papini, dijo: “La Cruz es el punto culminante de los siglos, la piedra milenaria colocada en los caminos de la humanidad. Ella señala el principio del reinado del amor en el mundo y el fin de unas sociedades que no habían sentido aletear sobre su frente esa brisa que sopla de las playas de los cielos y que se llama caridad. Y junto a la Cruz, que se alza dividiendo en dos vertientes la historia de la humanidad, como representantes del amor, veo dos mujeres, la inocencia y la contrición, María Santísima, lirio de pureza tronchado por el vendaval de la angustia, y María la Magdalena, pecadora arrepentida, pasionaria del amor enredada en los brazos de la cruz. Desde entonces veo a la mujer asociada a la obra redentora de Cristo”.
Juan Negrin Cabrera, que estudió de joven en el Seminario Diocesano, padre del político y científico Juan Negrin y del sacerdote claretiano Heriberto Negrin, mostró un profundo respeto y tolerancia por las creencias religiosas contrapuestas de sus hijos, cuando fue sometido a un Consejo de Guerra y despojado de sus cuantiosos bienes por ser el padre del presidente del Gobierno de la II República, que no llegó a celebrarse por la intervención enérgica del Obispo Pilday que no estaba dispuesto a tolerar una acusación por el crimen de parentesco. Al decirle el coronel que iba a presidir el Consejo: ¿Qué hijo más equivocado tiene usted don Juan?, éste le contestó ¿Cuál de ellos Usía?.
Es conocida la profunda amistad que el líder socialista Indalecio Prieto tenía con el arquitecto vizcaíno Ricardo Bastida, ferviente católico, y con la monja Cecilia, a los que se refería cuando dijo: “Es propio de imbéciles no reconocer en campos opuestos al nuestro altas jerarquías, como las de Bastida, que me superaba en bondad, y la de Cecilia, cuyo fino espíritu evidenciaba la tosquedad del mío”. En su artículo “El Consuelo de la fe”, escrito en el exilio mejicano, decía: “Quien haya conseguido el inapreciable bien de la fe religiosa será un insensato si se esfuerza en desprenderse de ella, ya que al perderla se dará cuenta del enorme consuelo que representaba”. Juan Marichal me reveló que Prieto murió en Méjico besando el crucifijo.
Azaña, prematuramente envejecido y enfermo por las penurias sufridas durante la guerra civil, falleció en Montauban, sur de Francia, el 4 de noviembre de 1940. En una declaración firmada el 7 de marzo de 1952 por Pierre Marie Theas, que era, en 1940, obispo de Tarbes y de Lourdes, que salvó a muchos judíos de la barbarie nazi, dice así: "Fue la señora de Azaña quien me llamó a medianoche para administrarle al enfermo la Extremaunción. La recibió in extremis; pero en pleno uso de sus facultades". Su viuda, Dolores de Rivas, profundamente religiosa, encargó a dicho obispo, tras el deceso de su marido, un funeral religioso en la catedral de Montauban el 5 de noviembre de 1940.
En 1919 el diario socialista de París «L’Humanité» publicó una carta,- leída en las Cortes de la II República por el diputado de la minoría vasco-navarra, el canónigo Pilday, más tarde obispo de Las Palmas de Gran Canaria,- dirigida a su hijo por su padre el socialista Jean Jaurés, jefe del Partido en 1893 y fundador del diario “L’Humanité”, asesinado en 1914. En dicha carta, en resumen, decía: «Querido hijo, me pides un justificativo que te exima de cursar la religión, un poco un poco para parecer digno hijo de un hombre que no tiene convicciones religiosas. Este justificativo, querido hijo, no te lo envío ni te lo enviaré jamás. ¿Qué comprenderías de la historia de Europa y del mundo entero después de Jesucristo, sin conocer la religión, que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización?. ¿Puedes dejar de conocer a Corneille, Racine, Hugo, en una palabra a todos estos grandes maestros que debieron al cristianismo sus más bellas inspiraciones?. Hasta en las ciencias naturales y matemáticas encontrarás la religión: Pascal y Newton eran cristianos fervientes; Ampère era piadoso; Pasteur probaba la existencia de Dios y decía haber recobrado por la ciencia la fe de un bretón.
Hay que confesarlo: la religión está íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es la base de la civilización, y es ponerse fuera del mundo intelectual y condenarse a una manifiesta inferioridad el no querer conocer una ciencia que han estudiado y que poseen en nuestros días tantas inteligencias preclaras. En cuanto a la libertad de conciencia y otras cosas análogas, eso es vana palabrería que rechazan de consuno los hechos y el sentido común.
En la misma intervención parlamentaria en la que leyó la carta anterior, el canónigo Pilday, que era un gran orador, recordó que cuando el anticlericalismo estaba en su auge, sobre todo en Francia, fueron los socialistas de las otras naciones los que se opusieron abiertamente a aquél anticlericalismo. En la revista El Movimiento Socialista, Pablo Iglesias, fundador del PSOE y de la UGT, decía que era una táctica equivocada colocar en primer término como enemigo del socialismo el clericalismo, porque el enemigo mayor del obrero, es el capitalismo: “conceptúo que es una táctica equivocada la de entretener a los socialistas en estos movimientos anticlericales; es el más grave error de que puedan ser víctimas los que aspiran a acabar con la explotación humana”.
La propuesta de supresión de los funerales religiosos de Estado, y la toma de posesión de cargos públicos, sin el crucifijo ni la Biblia, de la que ahora se hace alarde, es la expresión de un laicismo excluyente, que es una actitud enfrentada y beligerante con la Iglesia, propio de algunos pretendidamente progresistas, que no han sabido olvidar nada ni aprender nada. El gran error de la II República fue su laicismo excluyente de la Iglesia católica. Creo, que el Estado, constitucionalmente aconfesional, debe garantizar la laicidad incluyente e integradora, que supone respeto para los que profesan cualquier religión, una situación, con estatus político y jurídico, que garantiza la neutralidad en el tema religioso, el pluralismo, los derechos y las libertades, y la participación de todos. El iusfilósofo Norberto Bobbio aclaró que el laicismo es "un comportamiento de los intransigentes defensores de los pretendidos valores laicos contrapuestos a las religiones y de intolerancia hacia las creencias y las instituciones religiosas. El laicismo que necesita armarse y organizarse corre el riesgo de convertirse en una Iglesia contrapuesta a otra Iglesia". (Gregorio Peces Barba. El País 19.9.2007).Por consiguiente, no creo que se atente contra la laicidad del Estado mantener la no separación de los funerales de Estado de las ceremonias religiosas, sin perjuicio de que asistan los representantes de las instituciones del Estado a los actos religiosos que lo estimen oportuno, ni que se atente contra la aconfesionalidad del Estado que el crucifijo junto la Constitución permanezcan en la misma mesa, para el que quiera libremente jurar o prometer su cargo, pues como estableció el Consejo de Estado italiano en su sentencia de 13 de febrero de 2006: “el crucifijo es apto para expresar el origen religioso de los valores de tolerancia, respeto mutuo, estima por la persona y afirmación de sus derechos y su libertad, autonomía de la conciencia moral ante la autoridad, solidaridad humana, rechazo de toda discriminación; valores característicos de la civilización occidental”. Permitidme llamar la atención de que una parte de la izquierda política española ha avanzado hacia al laicismo integrador, no sólo respetando las creencias y actos religiosos de la iglesia católica sino asistiendo a ellos con normalidad, o pronunciando pregones en las Festividades Religiosas, como hacen regularmente los cargos públicos el PSOE y todos los alcaldes socialistas de la Laguna como el que hoy nos preside, que han estado siempre junto a su pueblo ante el Cristo de la Laguna.
Digámoslo sin complejos. En España, no es posible la completa aplicación de la Ley francesa de 1905, fruto de la Revolución, como erróneamente se pretendió en la II República, que imposibilita la celebración de actos religiosos en lugares públicos, a pesar de la cual las relaciones del Estado con la Iglesia católica han sido positivas y fructíferas para los católicos franceses, como ha reconocido la Declaración de la Asamblea Plenaria de los Obispos de Francia, Chevilly-Larue, el 15 de junio. Sería inimaginable que en España, evangelizadora de la mitad del orbe, como dijo Menéndez Pelayo, se suprimieran en lugares públicos la celebración de las procesiones y actos religiosos, arraigados profundamente en los sentimientos y creencias del pueblo Español, sean o no creyentes, como la procesión del Cristo de la Laguna que nunca dejó de celebrarse ni en las etapas históricas de mayor auge del anticlericalismo. Ya dijo Santa Teresa que en España la religión no es que esté en el puchero, está hasta en los garbanzos.
Don Miguel de Unamuno, nada sospechoso de clericalismo, se enfrentó gallardamente al anticlericalismo arbitrario de la II República, cuando afirmó rotundamente: "La presencia del Crucifijo en las escuelas no ofende a ningún sentimiento ni aún al de los racionalistas y ateos; y el quitarlo ofende al sentimiento popular hasta el de los que carecen de creencias confesionales. ¿Qué se va a poner donde estaba el tradicional Cristo agonizante? ¿Una hoz y un martillo? ¿Un compás y una escuadra? O ¿qué otro emblema confesional? Porque hay que decirlo claro y de ello tendremos que ocuparnos: la campaña es de origen confesional. Claro que de confesión anticatólica y anticristiana. Porque lo de la neutralidad es una engañifa". Se ha dicho que Miguel de Unamuno era un cristiano heterodoxo, que tenía dudas de fe. También las tuvo Teresa de Calcuta, Pablo antes de la caída del caballo camino de Damasco persiguiendo a los cristianos, el apóstol Tomás, y San Pedro, el primer Papa de la historia, que negó tres veces a Jesucristo. ¿Acaso se puede afirmar que no tiene fe quien compuso estos reveladores versos? : Acógeme Padre Eterno / en tu dulce Hogar, que estoy cansado del duro bregar. Ábreme la puerta Padre/ que no puedo pasar/la hiciste para los niños / yo he crecido a mi pesar/ más si no me abres la puerta/ achícame por piedad. Cómo se puede ignorar y no admirar, al hablar del Cristo de la Laguna, su incomparable Cristo de Velázquez, que no me resisto a resumir y declamar:
¿En qué piensas Tú, muerto, Cristo mío?
¿Por qué ese velo de cerrada noche
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno cae sobre tu frente?
Miras dentro de Ti, donde está el reino
de Dios; dentro de Ti, donde alborea
el sol eterno de las almas vivas.
Que eres, Cristo, el único
hombre que sucumbió de pleno grado,
triunfador de la muerte, que a la vida
por Ti quedó encumbrada.
por Ti, el Hombre muerto que no muere.
Los rayos, Maestro, de tu suave lumbre
nos guían en la noche de este mundo
ungiéndonos con la esperanza recia
de un día eterno. Noche cariñosa,
noche oscura del alma, eres nodriza
de la esperanza en Cristo salvador!
Tú que callas, ¡oh Cristo!, para oírnos,
oye de nuestros pechos los sollozos;
acoge nuestras quejas, los gemidos
de este valle de lágrimas. Clamamos
a Ti, Cristo Jesús, desde la sima
de nuestro abismo de miseria humana,
y Tú, de humanidad la blanca cumbre,
danos las aguas de tus nieves.
A Ti, Luna de Dios, la dulce lumbre
que en la noche nos dice que el Sol vive
y nos espera; a Ti, columna fuerte,
sostén en que posar; a Ti, Hostia Santa,
te pedimos el pan de nuestro viaje
por Dios, como limosna; te pedimos a
Ti, Cordero del Señor que lavas
los pecados del mundo,
¡Tráenos el reino de tu Padre, Cristo,
que es el reino de Dios reino del Hombre!
Danos vida, Jesús, que es llamarada
que calienta y alumbra.
De pie y con los brazos bien abiertos
haznos cruzar la vida pedregosa
-repecho de Calvario- sostenidos
del deber por los clavos, y muramos
de pie, cual Tú, y abiertos bien de brazos,
y como Tú, subamos a la gloria
de pie, para que Dios de pie nos hable
y con los brazos extendidos.
Hijo del Hombre, Humanidad completa,
en la increada luz que nunca muere;
mis ojos fijos en tus ojos, Cristo,
mi mirada anegada en Ti, Señor!
El poeta León Felipe, considerado por algún autor, cristiano liberal, muerto exiliado en Méjico, lector impenitente de la Biblia, que en su obra poética hace una identificación plena entre Cristo y España, exalta la Cruz sin el Cristo agonizante en estos sencillos versos:
Hazme una cruz sencilla carpintero,
sin añadidos ni ornamentos,
que se vean desnudos los maderos,
desnudos y decididamente rectos.
Los brazos en abrazo hacia la tierra,
el ástil disparándose a los cielos.
Que no haya un solo adorno que distraiga
este gesto, este elemento humano
de los dos mandamientos.
Sencilla, sencilla, más sencilla,
hazme una cruz sencilla carpintero
Nunca he podido entender que en varias sentencias del TEDH de Estrasburgo y algunas de Tribunales españoles, se haya resuelto retirar los crucifijos de las escuelas y lugares públicos por vulneración el Convenio Europeo de Derechos Humanos de 4 de noviembre de 1950, y que no se recogiera en la non nata Constitución Europea el cristianismo como columna vertebral de su historia, como lo es en España. No hay que olvidar que el credo cristiano como doctrina se forma en el Concilio de Nicea, año 325, presidido por Osio, Obispo de Córdoba, consejero de Constantino, que asiste personalmente, al que le dicta todo lo que tiene que hacer para la estructura del credo cristiano.
Europa no tiene futuro desterrando a Dios. Europa es cristiana o no es. Nuestra Europa ignora que la salvó del Islam el cristianismo combatiente. El ya citado Sacerdote claretiano Heriberto Negrin, en su Sermón de San Pedro Apóstol abunda en esa idea: “Europa gime porque la Cruz de Jesucristo no brilla ya en los minaretes de Jerusalén al caer bañada de sangre bajo el puñal de los descendientes de Mahoma que intentaron barrar los gérmenes de la civilización cristiana de la superficie del planeta, pero no lo consiguieron porque Juan de Austria, enviado por Dios, como dijo el Papa Pío V, termina la Cruzada de Oriente arrollando entre los pliegues de nuestra bandera a la Media Luna”. Ahora Europa parece que reniega de su pasado cristiano y de la Cruz que nos hizo grandes, desterrando a Dios de nuestras leyes y de la vida pública. El vacío moral en el que estamos hundidos, está siendo aprovechado por el Islam, que cree que su religión es la verdadera y que debe ser impuesta por la fuerza y por la violencia del islamismo radical en Europa.
El presidente ruso Vladimir Putin, otrora marxista leninista, cristiano ortodoxo convencido, que presta juramento religioso al tomar posesión de su cargo y considera al Patriarca Ortodoxo ruso Kirill socio del Estado, se ha erigido en defensor de los valores culturales y cristianos de occidente, y es quien mejor ha definido la imparable invasión musulmana de Europa, y las gravísimas consecuencias que de la tolerancia de nuestros líderes políticos occidentales se están derivando para nuestra cultura, nuestros valores y nuestra libertad, y, particularmente, para el futuro de nuestros hijos y las generaciones futuras. En un discurso dirigido al Parlamento ha dicho: “No les garantizaremos a las minorías musulmanas privilegios especiales ni tratamos de cambiar nuestras leyes como indignamente hacen algunos países europeos, adaptándolas a sus deseos”. “No importa lo alto que nos acusen de “discriminación”, no toleraremos falta alguna de respeto a nuestra cultura rusa”. Después de esta intervención parlamentaria, ante diputados y periodistas Putin relató la siguiente anécdota. “Hace poco me visitó el rey de Arabia, antes de partir me dijo que quería comprar una gran parcela y edificar, con dinero totalmente árabe una gran mezquita en Moscú. No hay problema, le dije, pero con una condición, que se construya también en Riad una gran iglesia ortodoxa. No puede ser, me contestó. ¿Por qué?, le pregunté. Porque su religión no es la verdadera y no podemos dejar que se engañe al pueblo. Le contesté que nosotros pensamos lo mismo de su religión, que no es la verdadera, y sin embargo, les permitiríamos edificar su templo si hubiera correspondencia, así que hemos terminado el tema”. No es posible a acusar Putin de discriminación, pues se ha limitado a aplicar el principio de reciprocidad que rige en las relaciones internacionales y en el derecho internacional, y se establece en el artículo 13.2 de la Constitución Española.
El Primer Ministro griego Mitsotakis juró su cargo recientemente con la mano sobre la Biblia y ante el arzobispo de Atenas, Jerónimo II, y varios representantes de la iglesia ortodoxa, con la siguiente fórmula constitucional: “Juro en el nombre de la santísima e indivisible Trinidad respetar la Constitución y las leyes”. Rásguense las vestiduras quienquiera, pero los cristiano-ortodoxos rusos y griegos son hoy el principal baluarte de la expansión de la yihad islámica en Europa. Un punto clave de la doctrina política de Erasmo de Rotterdam es su idea de Europa: quería una Europa unida y grande en la que reinen la tolerancia, la conciliación, la libertad, los sentimientos humanitarios y, sobre todo, la tan anhelada paz.
2)EL CRISTO DE LA LAGUNA Y LA LAGUNA.-Mi devoción por el Cristo de la Laguna, como por la Virgen de los Reyes, nació en mi pueblo natal del Pinar, que el día de la Cruz, cada tres de mayo, engalana con joyas y flores dos cruces que se encuentran en su hermosa campiña contigua al frondoso monte de pinos, al son de los pitos y tambores de los bailarines que, incansables, improvisan el tango herreño repitiendo con lágrimas en los ojos el estribillo “al píe de la Cruz me muero, que dichosa muerte espero”. Mucho antes de bregar en el terrero de la Manzanilla y de comenzar mis estudios universitarios en la Universidad de la Laguna, el orador lírico sagrado herreño el canónigo Leopoldo Morales Armas me llevo de la mano, cuando a los catorce años ingresé en el Colegio La Salle San Ildefonso, a orar por primera vez al Cristo de la Laguna.
Mi escasa formación en arte no me permite hablar del valor artístico de la imagen del Cristo de la Laguna, como tampoco de su historia culminada por la declaración de Patrimonio de la Humanidad, que es ampliamente conocida por el pueblo canario. Basta recordar que el Santísimo Cristo de La Laguna es una de las imágenes religiosas más antiguas del archipiélago, y una de las mejores imágenes que forman parte del Patrimonio Histórico de Canarias, y que []en [] 2020 se cumplirán 500 años de la llegada de la imagen del Cristo de La Laguna a la isla de Tenerife. El Franciscano Fray Luis de Quirós que llegó a la Laguna en 1606, dejó escrito que “Se juntó mucha gente a celebrar la fiesta de una santa imagen del Crucificado, que está en aquel convento (...) La gente que acude de todas las islas a esta fiesta es innumerable, y todos los demás días del año está la iglesia hecha un santuario, porque desde las mañanas hasta las avemarías nunca falta gente, que con gran devoción visita al Santo Cristo. Y muchas personas vienen descalzas, manifestando sus necesidades espirituales y corporales, y todas vuelven a sus casas con gran consuelo”. Como ha escrito el histórico periodista y diputado republicano Elfidio Alonso Rodríguez en sus Cantores Y Cantares Laguneros por el Cristo, la fe, la devoción y el fervor del pueblo por el Cristo de la Laguna ha quedado también reflejada en las coplas populares, como son las cuartetas compuestas por Rafael Hardisson, en 1927, y por Sebastián Padrón Acosta, en 1952. La primera, muy conocida, dice así: “Al Cristo de La Laguna / mis penas le conté yo: / sus labios no se movieron / y sin embargo me habló”. Y la segunda mereció la espiga de oro del concurso de coplas de San Benito, “Si subes a La Laguna / entra en el Cristo a rezar, / para que Dios te perdone / lo que me has hecho llorar”. Otras cuartetas pregonan que tal devoción nace con el lagunero desde la misma cuna, como rezan las siguientes: “Llevo pendiente del cuello / desde que estaba en la cuna, / una medalla bendita / del Cristo de La Laguna”, de Domingo Gutiérrez Bello, que en otra de su coplas desarrolla la misma idea: “Siendo yo niño, mi madre / me arrodillaba en la cuna, / y me enseñaba a rezarle / al Cristo de La Laguna”. En otras aparece compartida la devoción popular entre el Cristo y la Virgen de Candelaria: “El que nace en Tenerife / tiene al lado de su cuna, / la Virgen de Candelaria / y el Cristo de La Laguna. Es tradicional en un pregón evocar poéticamente a la Laguna y al Cristo de la Laguna, como Manuel Verdugo en su obra poética, de quien María Rosa Alonso dijo que esta señera figura nos proporciona una atinada visión del talante artístico y de la vida cultural de la ciudad de La Laguna. El crítico literario y escritor tinerfeño Domingo Pérez Minik comenta que Manuel Verdugo llegó a ser en la ciudad de La Laguna un elemento irreemplazable, “como su instituto, su frío de invierno o su palacio de Nava”. Particularmente le tengo especial predilección ya que supo definir la lucha canaria como expresión genuina de la hidalguía y nobleza de un pueblo, de la que dijo: “Viril deporte, cesarán tus días cuando ya no se canten las folías y Echeide no señale el firmamento”. Nadie como él supo captar la dualidad inherente a la naturaleza de La Laguna, a la que describió así: “Ciudad tranquila de los conventos y de las huertas…”, en un poema que evoco en mis diarios paseos apacibles por la Laguna que terminan en el Camino Largo, mientras voy hablando con el hombre que siempre va conmigo, como se autorretrató Antonio Machado; y evoco también el emotivo poema de Manuel Verdugo al Cristo lagunero cuando todos los domingos asisto a la misa de las 8 de la tarde en el Santuario del Cristo de la Laguna:
Procesión de madrugada…
¡Cómo brillan los luceros
que los ángeles encienden
por el Cristo lagunero!
Procesión de madrugada…
¡Con qué fervor y silencio
va la gente tras la efigie
del clavado Nazareno
entre filas de alumbrantes
que avanzan a paso lento!
No hay repiques ni cohetes;
no hay murmullos de rezos
Procesión de madrugada:
¡Cómo brillan los luceros
que los ángeles encienden
por el Cristo lagunero!”
Cuando el Mártir moribundo
en el sagrado madero
pasa cual sacro fantasma
entrambos brazos abiertos,
hasta calla, en homenaje,
el tenue rumor del viento;
tan sólo de los tambores
suena el redoble severo,
y acaso una marcha fúnebre
despierta dormidos ecos
que el suave ambiente satura
de congoja y de misterio…
Procesión de madrugada:
¡Cómo brillan los luceros
que los ángeles encienden
por el Cristo lagunero.
Debo, además, mi amor a la Laguna y mi devoción al Cristo de la Laguna a dos ilustre figuras del foro tinerfeño, de ideas diferentes. Al abogado lagunero Manuel Aledo, eximio jurista, que amaba a la Laguna porque si, sin más explicaciones, a la que sublimaba apasionadamente, como cuando como pregonero y juglar de la ciudad que le vio nacer, recitaba un poema o rezaba una plegaria. Mi gratitud a él y a su mujer Remedios, todo bondad, será imperecedera. Devoto ferviente del Cristo de la Laguna, de cuya Venerable Esclavitud es Esclavo Mayor su nieto, que copreside este acto. Abogado del Obispado durante muchos años, le profesó una gran amistad a Heraclio Sánchez y al Obispo Pérez Cáceres, digno émulo del Papa bueno Juan XXIII. Tuve acceso a una carta que le dirigió a mi amigo y compañero el Magistrado humanista Sanchez Parodi, que era toda una elegía a Don Domingo cuando murió, un examen y una confesión humilde de su fe cristiana.
En una posición aparentemente contrapuesta, también debo mi amor a la Laguna y devoción al Cristo, al ilustre abogado, novelista, poeta, culto helenista, y diputado republicano, Luis Rodríguez Figueroa, nacido en el Puerto de la Cruz, pero lagunero de corazón, de cuyos numerosos hijos exiliados fui amigo y abogado. Su hijo Hostilio, que vivió y falleció en Colombia, me contaba que su padre, cada domingo le pedía que acompañara a su madre a misa a la iglesia de la Concepción, situada frente su domicilio. Dedicó un poema a La Laguna, a la que llamó ciudad romántica. Es conmovedor contemplar como un hombre considerado agnóstico como Luis R. Figueroa, condenado a muerte por masón, después de haber sido asesinado en los primeros días de la contienda fratricida, sintió fervor por Jesucristo inspirado en el Cristo de la Laguna, al que le dedicó unos impresionantes versos, que desconocía, y Eliseo Izquierdo ha tenido la gentileza de enviarme, en cuyo comienzo transcribe esta frase realmente profunda del capítulo X. V.4 del Evangelio de San Juan: “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. El sorprendente poema que resumo, dice así:
Predicando doctrina de esperanza
Y de benignidad cruzó el camino
Cual sereno y augusto peregrino
Que vislumbra un santuario en lontananza.
Trovador de la fe, con voz cadente
Y suave como un eco, a los gentiles
Trazó en la sinagoga los perfiles
De la eterna verdad que era su mente.
Resignóse a sufrir los atropellos
De la bárbara turba demagoga
Y era cada girón de su alta toga
Un haz inagotable de destellos.
Limpio de toda infamia recorría
Los campos, las ciudades, las aldeas,
Como un austero sembrador de ideas
Que una victoria colosal ansía
Tesoro de bondad siempre encendido
En infinito amor, nunca sus labios
Negaron el perdón de los agravios
Ni el consuelo al enfermo o desvalido.
A todos dio la esencia de la vida,
En todos sus palabra redentora
Como reflejo de inmortal aurora
Con inmensa piedad fue difundida.
En esas horas de febril desvelo
Que nubla la razón, Cristo surgía
Y calmando la duda y la agonía
Como un gran libro señalaba el cielo.
Desde las negras cumbre de Judea
Profirió el evangelio sacrosanto,
El sublime sermón, ese gran canto
En que el verbo de Dios relampaguea.
La visión ideal que en su cabeza
Palpitaba con vida poderosa,
Tan insólita era y tan grandiosa,
Que el mundo se ensanchó con su grandeza.
Ante Él los horizontes se ensancharon,
Los páramos resecos florecieron,
Las almas de los justos de elevaron
Y las conciencias todas se fundieron.
Luego, al morir sobre la cruz, emblema
Fue de la vida al Bien sacrificada,
Y dio a la humanidad regenerada
Su bendición final de luz suprema.
El insigne historiador medievalista Claudio Sánchez Albornoz, autor de la importante obra España, un enigma histórico, que fuera presidente de la II República en el exilio, ferviente católico, en el sepelio en Buenos Aires del sabio penalista Luis Jiménez de Azúa, el más importante de habla española de todos los tiempos, pronunció la siguiente conmovedora oración fúnebre: "Varios republicanos como tu han muerto en el exilio sin creer en Dios, pero no me cabe duda que Él les acogerá en su seno por haber vivido con una ética sublime y por sus nobles anhelos. La Fe es un don del cielo y ellos no son responsables de que no se la hayan concedido". Terminaba Sánchez Albornoz su oración fúnebre, con esta hermosa estrofa del Cant Espiritual de Juan Maragall: "Y cuando llegue la hora tenebrosa / En que nuestros ojos se cierren / Ábreme, Señor, otros más grandes / Para contemplar tu inmensa misericordia". Miguel Servet, teólogo disidente que muere por mantener su fe, es apresado por Calvino, Jefe de la Iglesia de Ginebra, que le odiaba, sometido a juicio y condenado a muerte. La última palabra que pronuncia es ¡Misericordia, Señor, Misericordia!, palabra latina y castellana dirigida no a los hombres sino al Ser Trascendente ¡Misericordia!.
Tengo para mí que tanto los que hemos tenido la suerte de tener fe, como los que no la han tenido, a la hora de la verdad del juicio final dependemos por igual de la misericordia de Dios, como ha destacado el Papa Francisco en su Carta Apostólica MISERICORDIA ET MISERA de 2016, con motivo del Jubileo Extraordinario de la Misericordia. Aunque el perdón al prójimo es un mandato evangélico, el Perdón, con mayúscula, al que se refiere el Papa Francisco en su mencionada Carta Apostólica es mucho más trascendental, es el que se obtiene ante todo empezando por vivir la caridad. Solo Dios perdona los pecados, dice el Papa, pero quiere que nosotros estemos también dispuestos a perdonar a los demás. No perdamos, dice también el Papa, la oportunidad de vivir también la fe como una experiencia de reconciliación, reconciliándonos primero con Dios, “que nos reconcilió consigo, por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación” (Carta de San Pablo a los Corintios). La misericordia, concluye el Santo Padre, renueva y redime porque es el encuentro del corazón de Dios, que sale al encuentro, y el del hombre.
Pidámosle al Cristo de la Laguna, en la celebración de sus fiestas, que les hable a todos los laguneros, a los canarios de todas las islas, especialmente a los de Gran Canaria que han sufrido un pavoroso incendio, y de allende los mares de Hispanoamérica que le visitan, y, sobre todo, a los que no han tenido la suerte de ser tocados por la fe, para que le cuenten sus penas, les acoja en su seno, y así haya más alegría en el cielo por un sólo pecador que se convierta que por 99 justos. Gracias a todos por la amable atención que me han prestado. Sr. Alcalde, Sr. Obispo, permítanme cerrar este Pregón con una semblanza del Cristo de la Laguna para anunciar sus fiestas: El Cristo de la Laguna es Jesus de Nazaret flagelado y crucificado a golpes de amor para concedernos el perdón, como cuando abrazó al Hijo Pródigo, le dijo “vete en paz” a la adúltera, y “hoy estarás conmigo en el paraíso” al buen ladrón. Cómo no contemplar en el Santuario del Cristo de la Laguna la inmensa grandeza y gloria de Dios, al igual que el Rey David en el salmo 63. Termino dedicándole fervorosamente al Cristo de la Laguna estos sencillos versos de José Velarde a Cristo para que sean recodados en sus plegarias:
No pretendo comprenderte,
Ni llegar a definirte;
Tan solo aspiro a sentirte,
A admirarte y a quererte.