La llegada a Tenerife del Cristo de La Laguna procedente de los Países Bajos en las primeras décadas del siglo xvi supondrá un destacado referente que dejará sentir su impronta en la demanda y producción artística, principalmente escultórica, de crucificados en los siglos XVII y XVIII. Los pormenores históricos sobre esta imagen ya han sido analizados por varios estudiosos, entre los que cabe destacar a la desaparecida Dra. Constanza Negrín o al profesor Galante Gómez,que le ha dedicado un estudio monográfico, donde, partiendo de los signos gráficos que orlan el perizoma, ha creído identificar el nombre del autor y su fecha de ejecución12. Sin embargo, otros especialistas proponen otro estudio más completo, considerando que estos signos gráficos puedan ser textos encriptados o simplemente una decoración vacía con caracteres alfabéticos13. Ambas cuestiones se siguen valorando y por ahora no se ha encontrado una respuesta científica lo suficientemente estable para su definitiva interpretación. Partiendo de este modelo se va a construir buena parte de la escultura cristológica policromada producida en Canarias, sin olvidar su difusión en forma de pinturas y grabados debido a la gran veneración que la imagen tuvo desde su llegada a la isla.

En este sentido, una de las primeras esculturas deudoras de la talla lagunera es la del Cristo de La Misericordia (1585), conservado en la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción, en La Orotava, salida de la gubia del escultor Ruy Díaz y policromado por Juan de Arfian. Aunque morfológicamente sea la obra más alejada del Cristo de La Laguna, en la que son evidentes las diferencias compositivas y de estilo, conviene tener presente que su rostro y manos de algún modo tomaron su impronta. Por el libro de cuentas de la cofradía de la Misericordia sabemos que se hicieron «traslados en cera» de detalles anatómicos del cristo flamenco, posteriormente reinterpretados por Díaz. Este era un recurso habitual en labores de escultura antigua, cuya curiosa referencia quedó allí apuntada14. Estos traslados o vaciados en cera, como los llamaríamos hoy, nos ponen sobre aviso del interés devocional y plástico de determinadas imágenes, cuya referencia podía vincularse directamente con la devoción popular. Por lo tanto no resulta raro que el artista pretendiera hacer trascender en su obra el icono lagunero, quizá impuesto por la propia cofradía, dada su relevancia devocional en tan tempranas fechas.

En la misma línea se desenvuelve el Cristo de Los Remedios, perteneciente a la catedral nivariense, supuesto primer retrato de vera efigie del Cristo de La Laguna y por lo tanto una de las esculturas más antiguas del templo. La pieza muestra un tratamiento más evolucionado, con una descripción anatómica tanto escultórica como polícroma más compleja y realista, apartada ya de la estética tardogótica. Es cierto que conserva cierto aire arcaizante al tratar de copiar o reinterpretar el modelo flamenco, y así se advierte en el mismo anudado del perizoma, así como en el idéntico trazado del cabello y cabeza.

Su policromía a pulimento, llena de detalles pictóricos, estimula aún más la idealización del referente original, anunciando un nuevo concepto estético, que comienza a tener vigencia en los contratos de las últimas décadas del siglo xvi, aspecto técnico entre otros muchos, que pugna hacia el realismo y veracidad que promueve el Concilio de Trento.

El Cristo de Los Remedios comparte con el de La Misericordia de La Orotava algunos detalles, como son la descripción de las venas en los brazos y la corona de espinas, que en ambos casos hiere la cabeza con punción muy parecida.

Resultan llamativas las similitudes, que aún, a pesar de varias restauraciones históricas15, siguen latentes. Convendría plantearse un estudio técnico más profundo, para poder definir la hipótesis de que ambas obras hayan salido de la misma mano.

Otra referencia escultórica de innegable vinculación con el Cristo de La Laguna la encontramos en el mal mentado Cristo de La Salud, venerado en la parroquia portuense de Nuestra Señora de la Peña de Francia, citado por primera vez en un documento de fábrica de fecha incógnita16. En este caso el rostro vuelve a describir los rasgos formales de la escultura lagunera, plasmada en la expresión de los ojos y boca entreabierta, donde se adivinan los dientes. Con él comparte también el mismo tipo de anudado del perizoma, así como la exacta distribución del cabello, aunque en este caso es más elaborado, y curiosamente parecido al del Cristo de Los Remedios. Desgraciadamente, su policromía original ha sido muy mal tratada, pues ha sufrido varias modificaciones a lo largo de la historia17 que han arruinado su lectura, la última de ellas acaecida en la década de los años ochenta del pasado siglo.

La devoción doméstica al Cristo de La Laguna no quedó exenta de ejemplos singulares ejecutados con mayor o menor destreza por artistas locales.

Su milagrosa fama favoreció diversas y continuadas expresiones durante todo el Setecientos. Este aspecto creativo no fue exclusivo de Tenerife, sino que tuvo amplia repercusión en todo el Archipiélago. Los ejemplos localizados hasta ahora contemplan pequeñas imágenes en formatos muy variados, que oscilan desde los veinte a los setenta centímetros de altura. Solían localizarse en nichos o sobre repisas normalmente en los dormitorios o salas de representación, cumplimentándolos con aureolas y clavos de plata y vidrio. Estas pequeñas esculturas estaban presentes en cada momento de la vida de la casa, presidiendo velatorios, novenas o el día de finados. Eran legadas de padres a hijos y se establecía con ellas vínculos afectivos muy poderosos. En determinados casos podían adoptar una condición animada, de modo que se convertían en un medio donde se canalizaban los logros personales pero también las frustraciones de su propietario: amor correspondido, negocio no pactado, enfermedad sanada, etc. etc.

Muchos son los ejemplos que hemos podido catalogar, siendo de destacar el hallado en la antigua ermita de San Antonio, en el Puerto de la Cruz, así como los conservados en colecciones particulares de La Orotava, La Laguna y Garachico.

Este último, procedente de la colección particular de la familia Cabeza, en Garachico18, es actualmente propiedad del Ayuntamiento de La Laguna tras la compra efectuada en el año 200919. Otras piezas, aunque inicialmente tuvieron una localización doméstica, terminaron integrándose en el ajuar de algunos templos, como es el caso del que actualmente se expone en la sacristía de la parroquia de La Victoria de Acentejo, donado presumiblemente por el sacerdote don Jacinto Guzmán Espinosa de los Monteros20.

Otras expresiones artísticas no escultóricas se encargaron también de difundir el modelo original, entre ellas los grabados. La estampa de Gregorio Fosman y Medina (1653-1713) ha de tenerse por el primer documento gráfico que conservamos del Cristo de La Laguna, descubierto y dado a conocer por el profesor Galante Gómez21. Se trata de una representación barroca, culta y plena de recursos, con un programa iconográfico muy bien estudiado, donde se representa un cristo evolucionado, de anatomía rotunda y poderosa, alejado ya del estilizado icono flamenco. 

En ella la figura casi ha perdido su fisonomía original, únicamente revelada en la disposición de la cabeza y reconocible también por el anudado del paño de pureza. 

Se le representa en su retablo de plata nuevamente idealizado y enriquecido por un repertorio ilusionista compuesto de cortinajes y amorcillos.

Otra interesante estampa calcográfica, aunque algo más moderna, es la firmada por Miguel Rodríguez Bermejo († 1790)22, realizada en matriz de cobre, de la que no sabemos quién pudo ser su promotor. Nos interesa esta obra por la difusión que hace del modelo flamenco, así como por el repertorio simbólico de la pasión de Cristo que guarnece las cartelas. La plancha ha sido estampada en múltiples ocasiones, no pudiendo precisar con exactitud cuantas tiradas ha soportado. Su uso continuado hasta bien entrado el siglo XX, ha supuesto su desgaste y por consiguiente la pérdida de detalles, que afortunadamente no han afectado a su lectura conceptual. La fragilidad del papel no ha permitido la conservación de muchos ejemplares, y los que conocemos, así como su matriz, se conservan en colecciones particulares tinerfeñas.

Por último, y para cerrar el apartado dedicado a las representaciones grabadas de vera efigie del cristo lagunero, queremos aportar un nuevo ejemplar, que enlaza a modo de bisagra con las ya citadas anteriormente y que representa al Cristo de La Misericordia de la iglesia matriz portuense. En el artículo antes citado en nota a pie de página de Antonio Ruiz Álvarez aparece la ilustración de un grabado, que el autor atribuye a Lorenzo Pastor y Castro, aunque no hemos podido localizar ninguna litografía sobre el tema de este gran dibujante. No obstante, sí es cierta la edición litográfica del citado cristo, realizada en París a mediados del siglo xix y firmada por Louis Auguste Turgis23. La detenida observación del grabado nos presenta al Cristo de La Misericordia, observando que no es articulado, con el perizoma anudado según se impone en casi todas las interpretaciones y revisiones del Cristo de Aguere. 

Colgado en la cruz de plata parroquial, curiosamente se reproducen los candeleros neoclásicos, donados por doña Isabel Falon de Cólogan entre 1819 y 1820.

El arte de la pintura también combinó la propaganda y la devoción, pues muchas son las referencias, imposibles de enumerar, que se localizan en recintos religiosos o colecciones privadas, donde hallamos al Cristo de La Laguna, ya sea en representaciones individuales o asociado al retrato. Conocidos son los ejemplos firmados por Cristóbal Hernández de Quintana, pintados, entre otros, para la devoción particular de los condes del Valle de Salazar, al que se suman los conservados en el convento de Santa Clara de Asís o la preciosa versión del mismo tema conservada en la parroquia de la Concepción de La Orotava, firmada por Feliciano de Abreu, por citar solo algunos ejemplares. No tan conocidos son, por el contrario, los presentes en retratos civiles, donde la imagen del cristo lagunero aparece como emblema devocional.

Al respecto hemos localizado en colecciones particulares de Tenerife dos retratos que podrían haber salido de los pinceles del pintor lagunero José Rodríguez de la Oliva, quien ya había firmado otro similar, concretamente el del caballero Don Bartolomé Agustín Benítez de Ponte y Lugo, aunque en ese caso el asunto devocional es la Virgen de Candelaria. Este lienzo tuvimos la suerte de restaurarlo en nuestro estudio en el año 2010, y tras retirar una gruesa capa de barniz, apareció la firma de su autor, el pintor José Rodríguez de la Oliva, lo que indudablemente vino a confirmar las sospechas que desde un principio habíamos tenido.

La última referencia que aportamos es la del Cristo Difunto del exconvento de San Juan Bautista del Puerto de la Cruz, que por razones diversas se conoce como Cristo de La Misericordia, error de denominación que pudo tener su origen en los muchos traslados o mudanzas impuestos por la desamortización o por la ruina que amenazaba su camarín24. Estos acontecimientos le hicieron pulular por todos los conventos de la ciudad, incluyendo en este periplo la propia parroquia matriz portuense.

Dicho de este modo pudiera dar la impresión de que no fue un cristo venerado pero, sin embargo, ha sido precisamente todo lo contrario. Su veneración antigua se expresó de muchas maneras, especialmente mediante exvotos y donaciones, que prácticamente han desaparecido. En este sentido cabe citar la preciosa urna en la que antaño procesionaba por las calles portuenses, obra de Manuel Antonio de la Cruz25, cuya imaginaria factura se nos antoja decorada con jaspes y mármoles, técnica de la era especialista y que lo hizo famoso entre los policromadores ilusionistas del siglo XVIII, o el cojín de terciopelo de seda, bordado en Francia, que le regaló el comerciante de mostos y vinos, el portuense D. Narciso Baeza García26. Por fortuna otra parte de su ajuar se ha conservado, caso de la preciosa sabanilla de seda bordada o su elegante urna, adquirida en Madrid y salida de los talleres de platería de la Viuda e Hijos de Emilio Meneses a finales del siglo XIX. Regalada por D. Melchor Luz, es de metal plateado con aplicaciones metálicas doradas que hacen alusión a la Pasión, igual que los angelitos pasionistas del mismo material situados en las esquinas. El conjunto se remata con una alegoría de la Fe. Desgraciadamente el bonete bordado que lucía en la cabeza la imagen cuando procesionaba en su urna el Viernes Santo, fue tirado literalmente a la basura hace pocos años. 26 Hernández, José Javier: «Dos iglesias se disputan al Cristo del Santo Entierro en Puerto de la Cruz». Periódico El Día, Santa Cruz de Tenerife, 12 de abril de 1990.

Su reciente restauración nos ha permitido estudiarlo de cerca, para lo cual se han practicado los convenientes análisis químicos y radiológicos, sin perder de vista sus muchas cualidades estéticas. Uno de los primeros aspectos que nos llamó la atención fue la composición formal de la cabeza, haciendo hincapié en el rostro y tratamiento del cabello, ambos elementos inspirados nuevamente en el cristo lagunero. La corona de espinas es exenta y se ha modificado en múltiples ocasiones, recreándose a partir del modelo original. Otro aspecto interesante es la presencia de una tapa abierta en la espalda27, cavidad ejecutada por el artista para aligerar su peso y de paso eliminar las tensiones, aunque no han faltado quienes han apuntado, sin mucho rigor, que esta cavidad se utilizaba para esconder libros prohibidos o para albergar documentos del convento, aspecto que dejamos entrever por su curiosidad, pero que en principio carece de todo fundamento.

La escultura muestra un inteligente tratamiento de la anatomía, lo que demuestra un buen conocimiento de las medidas del cuerpo humano, aspecto que, como queda a la vista, dominaba perfectamente. La alusión a un libro de anatomía en su testamento sin especificar su autor nos puede evocar los tratados de Andrea Vesalio o Leonardo da Vinci, de donde pudo obtener el conocimiento necesario para desarrollar este trabajo. Pictóricamente es muy descriptiva la recreación de llagas, laceraciones y heridas, de las que brota la sangre, también planteada para procurar un efecto de volumen. Resulta asimismo expresiva la aplicación del color en coagulaciones y apelmazamientos del pelo. La policromía del perizoma está claramente diferenciada del resto, pues el artista, que está copiando nuevamente la técnica del Cristo de La Laguna, capta cómo el tejido absorbe la sangre y el agua, que mana del costado.

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12 Galante Gómez, Francisco J.: Lumen Canariense. El Cristo de La Laguna y su tiempo (3 vols.), San Cristóbal de La Laguna. Tenerife, Islas Canarias, 2004. Vol. i, pp. 242-244.
13 Dato extraído de la conferencia pronunciada por doña Maite Barrio Olano, miembro del equipo de restauración del Cristo de La Laguna en el foro cultural-internacional El Cristo de La Laguna. 500 años de historia. San Cristóbal de La Laguna, jueves 18 de septiembre del 2014.
14 Alloza Moreno, Manuel Ángel y Rodríguez Mesa, Manuel: Misericordia de la Vera Cruz en el Beneficio de Taoro desde el S. xvi. Santa Cruz de Tenerife, 1984, p. 273. ... «mas ocho Rs. que me costó una cabalgadura de dos días que hisimos el imaginario y yo en la ciudad pa. traer un treslado de sera del Xpo. de la siudad de los frayles franciscos ...».

15 Alloza Moreno, M. A. y Rodríguez Mesa, M. Op. cit., pp. 276 - 277. 
16 Ruiz Álvarez, Antonio: Estampas históricas del Puerto de la Cruz. Santísimo Cristo de la Misericordia, Santa Cruz de Tenerife, 1949. p. 9. «la hechura de la imagen de Ntra. Sra. de la Peña y el Santmo. Cristo por un importe de 1000 reales antiguos».
17 Idem. p. 9

18 La fotografía de la escultura aparece en el libro de Tarquis Rodríguez, Pedro: Antigüedades de Garachico, Aula de Cultura de Excmo. Cabildo Insular de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 1974. s/p.
19 Pino, Haridian del: «Aguere adquiere una réplica del Cristo de sesenta y siete centímetros»,La Opinión de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 19 de octubre de 2009.
20 Izquierdo Gutiérrez, Sonia María: la Victoria. Patrimonio religioso. Excmo. Ayuntamiento de La Victoria de Acentejo, Tenerife, 2004. p. 112

21 Galante Gómez, Francisco J.: «El Cristo de La Laguna: Un asesinato, una escultura y un grabado». San Cristóbal de La Laguna. 1999. p. 132.
22 Bermejo, de formación autodidacta, se especializó en la reproducción de retratos de «veraefigie». Su catálogo, incluyendo esta estampa, se amplía entre otras con las calcografías del Cristo de los Dolores de Tacoronte fechada en 1767, la de Nuestra Sra. de Candelaria, del año 1780 o la de Nuestra Sra. del Socorro, firmada en el año 1778. Disponible en: http://lopedeclavijo,blogspot.com.es/2011/04/la-estampa-en-canarias.html . Consultado el 4 de enero de 2015.

23 Dictionaire des imprimeurs - litographes du xix siècle. École National des chartes (En línea). Disponible en: http://elec.enc.sorbonne.fr/imprimeurs/node/23153. Consultado el 4 de enero de 2015. Louis Auguste Turgis fue un impresor francés nacido en 1818 y activo a partir del año 1856, compartiendo el mismo oficio con su hermano Elimir Turgis, también marchante de libros y grabados. Se estableció en diversas tiendas repartidas por París y tuvo una sucursal en Nueva York, en 78 Duane Street.

25 Ibidem. 26 AHPT, Escribanía de Diego Antonio Costa. 1834. Codicilo del testamento de don Narciso Baeza García. s/f. «Por la mucha devoción que siempre ha tenido al Señor Difunto, le encargó en Francia un cojín de seda encarnado, bordado de oro, el cual se lo tiene dado con la condición de que se guarde siempre en su casa y la de sus hijos y solo se saque el día de la procesión, el viernes santo ...».

 

Extracto del artículo “Libros, Comercio y Escultura. La Vida y Obra de Pérez Dónis a Través de sus últimas voluntades. El Cristo De La Misericordia: Estudio Médico-Forense y Restauración”