La devoción a esta imagen en Canarias, llegada al convento lagunero de San Miguel de las Victorias en 1520 18, trasciende su posible vinculación a un culto concreto, pues sabido es que todos los isleños a lo largo de los siglos le han profesado gran fervor, de una forma u otra 19. De su procedencia estilística, se ha señalado su posible origen brabanzón, tratándose de una magnífica talla del gótico final 20. Pero el hecho de que la pieza se integrase en el patrimonio artístico del convento lagunero de San Miguel de las Victorias supuso la inmediata relación entre la Orden Seráfica y la imagen del Crucificado 21.
La historiografía de la época moderna cita ya la relación entre el Adelantado D. Alonso Femández de Lugo, los franciscanos del convento de San Miguel de las Victorias, donde solicitó ser enterrado, y la talla lagunera. Fray Alonso de Espinosa, en la Historia de Nuestra Señora de Candelaria impresa en Sevilla en 1594, reseña su valor devocional, ofreciendo una posible teoría que explique su arribada a la isla 22. Sin embargo, el autor que recogió con mayor profusión las referencias relativas a la historia y milagros de la imagen fue el franciscano Luis de Quirós en el libro titulado Milagros del Santísimo Cristo de La Laguna, publicado en Zaragoza en 1612 23. Esta obra ofrece la información que será luego repetida por los restantes historiadores, como Juan Núñez de la Peña 24, o José de Viera y Clavijo, que editó en 1776 sus Noticias de la Historia General de las Islas de Canaria 25.
No obstante, el que manifiesta con mayor claridad la veneración al Cristo lagunero y su relación con la Orden Franciscana es fray Luis de Quirós, quien dedica varios párrafos a comentar esa circunstancia, algo que, como se demostrará, es fundamental para comprender el motivo iconográfico:
No con poca conveniencia fue concedida de Dios a esta ciudad de San Cristóbal de La Laguna la imagen devotísima del Santo Crucifijo; y entre otras muchas razones que se pudieran traer, solas dos pondré aquí; la primera de las cuales es de congruencia: y la segunda parece más necesaria. La primera es, por ser esta ciudad dedicada al glorioso mártir san Cristóbal, al cual tiene por su patrón: y el convento donde está el seráfico Francisco, insigne imitador del Crucifijo; y la iglesia, al Príncipe S. Miguel, alferez del mismo Cristo( ... ). Pues quien podrá decir la grande semejanza con nuestro seráfico Padre S. Francisco tiene con Jesucristo crucificado: pues desde el principio de su conversión fue guiado por Jesucristo en la Cruz, y con diversas visiones le fue mostrando, que no por martirio de carne, más por encendimiento del alma había de ser totalmente transformado en semejanza, de Jesucristo crucificado ( ... ) Luego razón era, que viniendo esta santa imagen del Crucifijo milagrosamente a estas islas; hiciese asiento en casa de su fiel amigo y siervo, el serafico Francisco ( ... ) Y ya que hemos mostrado la congruencia que hay, para que el Santo Cristo haya aportado a la ciudad de La Laguna, por ser dedicada a San Cristóbal; y al convento por ser de San Francisco ( ... ) 26. Luego si tu eres la misma santidad, y desde la cruz haces santos, y de ahí viene a los justos toda la santidad; con harta propiedad llaman a esta tu santa imagen del crucifijo, los de la tierra, el Cristo Santo de La Laguna. Siendo verdad, que todos los hombres que convienen al prototipo (que es aquél a quien la imagen representa) se dan tambien a la misma imagen; no parando allí, sino pasando más adelante a lo que por ella es representado: De la misma manera se ha de entender, cuando hablamos, y pedimos aquello al que es representado por ella. Justísimas pues son las razones y causas que hay, para que seamos muy devotos de las sagradas imágenes, y entre todas las del santísimo crucifijo, y más que aquellas que (por las causas que nuestra Señor sabe) son milagrosas, como la de que al presente hablamos ( ... ) 27.
Por lo tanto, se establece claramente la relación entre los franciscanos y la devoción popular. Si bien ese texto fue conocido y leído en los cenobios canarios, no puede demostrarse que fuera el texto que promoviese su representación en los conventos insulares; con toda probabilidad fue la difusión de su culto la circunstancia que determinó tal hecho, envolviendo a las casas de la Orden de los Frailes Menores simplemente porque ellos eran sus custodios.
La obra paradigmática de este modelo iconográfico canario que se propone es el lienzo que se ubicaba en el ático del retablo de la cabecera de la nave del Evangelio en la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios en Buenavista del Norte (Tenerife), desgraciadamente desaparecido en el incendio de 1996. La pieza retablística, del siglo xvii 28 , constituía un claro ejemplo de la adaptación de un motivo representativo a necesidades espirituales concretas, puesto que en este caso se ha optado por efigiar junto al crucificado de Aguere a San Francisco y Santo Domingo, en una escena puramente simbólica pero de profunda canariedad, puesto que la aparición de ellos no es más que la trasposición de los cuadros en que ambos rodean a la Virgen, ya sea bajo las advocaciones del Rosario o de la Inmaculada Concepción, con el fin de crear un triángulo entre el sujeto de veneración, las Órdenes más importantes asentadas en el suelo isleño y los fieles canarios.
En dicho sentido señalaba el propio Quirós:
... Por las dos clarísimas lumbreras; que en sí contiene, dos perennes y limpidísimas fuentes, conviene a saber las dos insignes imágenes del Santo Christo crucificado, en el convento de los frailes de S. Francisco de La Laguna, y de la Santísima Virgen de Candelaria en el convento de nuestro Padre Santo Domingo. No resplandece tanto el sol con sus lucientes rayos, como estas dos sacratísimas imágenes, con los milagros y maravillas que de ordinario obra Dios por ellas 29 .
Con ello puede comprenderse cómo, una vez más, se tendía a hermanar las Órdenes por medio del vehículo de la devoción religiosa y su popularidad.
Desde un punto de vista técnico, revela la intervención de un artista de escasa formación, puesto que los cuerpos presentaban un volumen excesivo y no se halló la forma correcta de indicar la profundidad. Sin embargo, las masas de color estaban bien distribuidas, creando un efecto cromático que se adecua a la profundidad espiritual de la escena -la imagen de Cristo se ubica bajo un dosel. Tal vez su autor no lo retratase de forma directa, sino de memoria, o tras haber realizado un dibujo previo en La Laguna, pues el perizonium aparece representado de distinta forma al original.
Conviene aquí recordar el lienzo del Cristo junto a San Francisco y Santa Clara en la comida en la Porciúncula conservado en el convento de clarisas de La Laguna. Esa obra, ya estudiada por nosotros en anteriores trabajos, supondría otro acicate para difundir la espiritualidad canaria, adquiriendo similar valor al lienzo de Buenavista. En el siguiente texto ofrecemos un estudio de la pieza:
En el convento de clarisas de La Laguna se guarda un lienzo que sirve como magnífico colofón a la iconografía de Santa Clara, al presentar un tema nuevo y específicamente canario, de ahí que nos adentremos en un análisis iconológico. Se trata de la única pieza donde se recoge el relato de la Comida en la Porciúncula a la que asistieron Santa Clara y San Francisco. Está inspirado en las Florecillas de Santa Clara, y el fuego que sale de sus cabezas no es otra cosa que el amor de Dios en un arrebato místico. Sin embargo, no difiere de la idea matriz del arte clariano, pues sólo plantea una variante del tema eucarístico, ya que reune en torno a una mesa a sendos personajes que convertirán el alimento humano en bienes espirituales. La canariedad viene conferida por la presencia del cuadro dentro del cuadro del Cristo de La Laguna que preside la reunión; ello habla de un autor que lleva al lienzo las devociones religiosas insulares. Aunque no está documentado dataría del siglo xviii en función del estilo pictórico, que ha tenido en cuenta modelos andaluces del Seiscientos, sobre todo en la imagen de San Francisco y en los alimentos depositados sobre la mesa, recreando una suerte de naturaleza muerta. 30
Igualmente, otorgamos a esta pieza, una de las más interesantes del acervo artístico insular, el valor de la teatralidad como forma de expresión artística de las áreas periféricas: simbolismo y teatro se dan la mano en esta obra lagunera 31.
Otra pintura íntimamente relacionada con el culto franciscano al Cristo es la que se sitúa en el segundo cuerpo del retablo mayor del mismo convento de religiosas. La obra lignaria fue realizada en 1721 por el maestro de carpintería Francisco Antonio 32, debiendo de pintarse el cuadro en fechas próximas, teniendo como resultado una obra de cierto mérito en lo relativo al éxito del artífice por la correcta búsqueda de sus rasgos. Tal presencia está más que justificada, ya que era una de las devociones preferidas de la comunidad, pues ellas fueron sus custodias durante treinta años en el siglo XVI -cuando moraron temporalmente en el convento franciscano de San Miguel de las Victorias 33. A ello debe añadirse la presencia, en el convento, de la cruz donde vino la imagen, conservada como verdadera reliquia del culto, tanto popular como de las monjas, madero que también reproduce su efigie 34 así como un lienzo que figura en la sacristía, anónimo del siglo XVIII.
El convento franciscano de San Pedro de Alcántara, en Santa Cruz de Tenerife, también cuenta con un retrato de cierta calidad, ubicado en el retablo de Nuestra Señora del Retiro, ejecutado entre 1751 y 1753 35 , fechas que indicarían la posible elaboración del lienzo. Al igual que en el caso anterior, se busca la fidelidad a la imagen lagunera, empleando como fondo los damascos de un dosel que remarcan lo extraordinario de la representación. En cualquier caso, lo fundamental en todo ello no es la calidad artística de la obra, sino la trascendencia de su reproducción en otros conventos de la isla, dándose a entender la tradición de su culto y la vinculación del mismo a la familia franciscana.
Sin embargo, otras Órdenes lo procuraron como imagen taumatúrgica, caso de los agustinos en La Orotava, quienes incluyeron en el retablo de San Fernando de la iglesia conventual la imagen del Cristo de La Laguna, concretamente en el ático. Allí puede observarse su figura, recortada sobre un fondo rojizo de damascos que resalta la dignidad de la figuración.
En la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción en La Laguna se halla en un gran lienzo y a sus pies un frontal que alberga la Eucaristía, todo ello como producto del encargo artístico que efectuaran los condes del Valle de Salazar, quienes pretendían conmemorar el haberlo alojado en su casa en 1713 36 ; se trataría, por tanto, de una obra votiva, más allá de la devoción franciscana para adentrarse en el culto del pueblo.
En el mismo sentido, podrían citarse algunas esculturas que parecen seguir el modelo de la talla referida: en primer lugar el Cristo de los Remedios conservado en la catedral lagunera, pieza seiscentista inspirada en la del convento franciscano 37 ; un pequeño Cristo guardado en la sacristía de la iglesia de San Francisco en Santa Cruz de La Palma, o la pequeña talla que se venera en una hornacina abierta en una de las paredes laterales de la iglesia de Santa Ana en Garachico -en estos dos últimos casos los indicadores de tal influencia iconográfica pueden advertirse en la postura que adopta la imagen, cuya torsión lateral, característica de las figuras de Cristo goticistas como el lagunero, no suele reproducirse en las imágenes barrocas canarias.
También es factible señalar una efigie del Cristo pintada sobre una cruz de madera (129 x 90 cms.) que se conserva en la sacristía de la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción en La Orotava, sobre la que han tratado Manuel Ángel Alloza y Manuel Rodríguez Mesa 38 , identificando a su autor, que no es otro sino el pintor Feliciano de Abreu.
El rostro de la imagen es uno de los mejores retratos de la pieza lagunera, sin embargo, el artista no consiguió dotar al cuerpo de la misma capacidad expresiva, quedando desproporcionado con relación a la cabeza. No obstante, unas inscripciones en los brazos de la cruz permiten comprender su carácter votivo, habiéndose entregado, probablemente a esta parroquia, con el fin de garantizarse los rezos de los clérigos tras la muerte del donante. El mensaje se expresa en los siguientes términos:
En torno al INRI las palabras «Quod factum est in ipso vita erat». En los brazos laterales de la cruz «Vida, y muerte en esta crus pinta humilde Feliciano, la Muerte, para el recuerdo, la vida para el anparo. A los padres Sacerdotes pide se acuerden hermanos en su muerte para hallar la Vida, que va buscando». Por último, en el brazo vertical, en la zona inferior, y alrededor de una calavera, se lee «Statum est hominibus semel mori».
La lógica lectura que puede establecerse tras el conocimiento de la pieza es que la devoción al Cristo lagunero superaba perfectamente el ámbito geográfico de la ciudad, siendo una imagen venerada por el conjunto de los fieles independientemente de su filiación a Órdenes religiosas u otro tipo de hermandades.
Finalmente, las Bibliotecas Universitaria de Valencia y Nacional de Madrid guardan un grabado efectuado por R. Valera hacia 1897 en el que puede contemplarse la imagen del Cristo lagunero en su retablo de plata. En ese sentido, se admite la correcta reproducción del soporte de plata, pero no la vera efigie, que poco tiene que ver con la talla tinerfeña. La explicación residiría en que se basó en una foto o en un dibujo preexistente; el motivo pudo ser la necesidad de contar con una serie de estampas de las imágenes más devotas de España, pues al pie del grabado consta la siguiente leyenda:
EL SMO. CRISTO TITULADO DE LA LAGUNA. Venerado desde la Conquista en la Iglesia del P. S. Francisco de la Ciudad de Tenerife. Hay concedidas muchas indulgencias rezando un credo ante esta Sta. Imagen.
Lo que verdaderamente interesa es la trascendencia de su culto fuera de Canarias por esas fechas, lo cual colabora en la comprensión de los sentimientos religiosos de los isleños en torno a dicha talla, hasta el punto de tener tal difusión. Así pues, se confunden en ella la devoción popular con la veneración tributada por los franciscanos, de ahí que las referencias que en un futuro se efectúen en torno a la historia del Cristo de La Laguna en la piedad canaria deberían tener en cuenta ambas vertientes.
18 B. Bonnet y Reverón, El Santísimo Cristo de La Laguna y su culto, Santa Cruz de Tenerife, 1985, pág. 34. 19 Para la historia artística del convento, cfr. C. Castro Brunetto, «Devoción y arte en el convento franciscano de San Miguel de las Victorias en La Laguna>>, en Actas del Simposium «Monjes y Monasterios españoles», Instituto Escurialense de Investigaciones Históricas y Artísticas, Madrid, 1995, vol. 1, págs. 1.123-1.142. 20 Cfr. C. Negrín Delgado, «El Cristo de La Laguna y su posible origen brabanzón>>, en Archivo Español de Arte, 267 (1994), pág. 298. 21 Otra bibliografía relativa a la imagen del Cristo de La Laguna que debe tenerse en cuenta es la siguiente: B. Bonnet Reverón, «Tres imágenes de Fe y de Piedad>>, Amanecer, Santa Cruz de Tenerife, 4 de abril de 1938; idem, «Cuatro siglos de Fe y Religión. La Venerable Esclavitud del Santísimo Cristo de La Laguna>>, El Día, 13 de septiembre de 1942; D. Darias y Padrón, «La iglesia de San Miguel de las Victorias>>, La Tarde, 2 de marzo de 1945; B. Bonnet Reverón, «El convento de San Miguel de las Victorias>>, El Día, 14 de septiembre de 1945; idem, «Origen del convento grande de San Miguel de las Victorias», El Día, 14 de septiembre de 1948; idem, «Arte y Religión. El Santísimo Cristo de La Laguna>>, El Día, 14 de septiembre de 1951; D. Marrero Cabrera, «Origen, fundación y principales visicitudes del convento franciscano [de La Laguna]>>, La Tarde, 30 de agosto de 1956; D. Darias y Padrón, J. Rodríguez Moure y L. Benítez Ynglott, Historia de la Religión en Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 1957; A. Cioranescu, Guía histórica de La Laguna, La Laguna, 1965; A. Trujillo Rodríguez, El retablo barroco en Canarias, Las Palmas de Gran Canaria, 1977, vol. 1, págs. 44 y 45; C. Fraga González, «La aristocracia y la burguesía en Canarias ante el arte. Importaciones artísticas>>, Anuario del centro asociado de Las Palmas de la u.N.E.D., Las Palmas de Gran Canaria, 1979, págs. 210 y 211; Buenaventura Bonnet y Reverón, El Santísimo Cristo de La Laguna y su culto, Santa Cruz de Tenerife, 1985. 22 Fray A. de Espinosa, Historia de Nuestra Señora de Candelaria, Santa Cruz de Tenerife, 1980, págs. 81-83. 23 Fray L. de Quirós, Milagros del Santísimo Cristo de La Laguna, La Laguna, 1988 (reedición). 24 J. Núñez de la Peña, Conquista y antigüedades de las islas de la Gran Canaria, Madrid, 1676. 25 J. de Viera y C1avijo, Noticias de la Historia General de las Islas Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 1967, 2 vols. (reedición). 26 L. de Quirós, op. cit., págs. 181-186. 27 Ibidem, págs. 220 y 221. 28 C. Castro Brunetto, «Las primeras devociones en Tenerife y su iconografía>>, Almogaren, 9 (1992), pág. 108. 29 L. de Quirós, o p. cit., pág. 177. 30 C. Castro Brunetto, «Iconografía de Santa Clara de Asís y Santa Rosa de Viterbo en Canarias», Revista de Historia Canaria, 179 ( 1997), pág. 92. 31 C. Castro Brunetto, «Teatralidad y Arte Barroco en Portugal, Canarias y Brasil>>, en História das Ilhas Atlánticas, Governo Regional da Madeira, 1997, vol. II, pág. 23. 32 A. Trujillo Rodríguez, El retablo barroco en Canarias, Las Palmas de Gran Canaria, 1977, vol. II, pág. 13. 33 D. de Inchaurbe, Historia de los conventos de Santa Clara de La Laguna y San Pedro y San Cristóbal de Garachico, Sevilla, 1943, pág. 173. 34 Ibidem, págs. 77 y 78. 35 A. Trujillo Rodríguez, op. cit., vol. I., pág. 151. 36 J. Rodríguez Moure, Historia de la Parroquia Matriz de Nuestra Señora de la Concepción, La Laguna, 1915, pág. 226. 37 J. Hernández Perera, Canarias, Barcelona, 1984, pág. 232. 38 M. Á. Alloza y M. Rodríguez Mesa, Misericordia y Vera Cruz en el beneficio de Taoro, desde el siglo XVI, Santa Cruz de Tenerife, 1984, págs. 294-296.
Extracto del libro ESTUDIOS CANARIOS ANUARIO DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS CANARIOS, Apartado de BELLAS ARTES por Carlos Javier Castro Brunetto, Temas iconográficos en el arte de los franciscanos: fray Juan de Jesús y el Cristo de La Laguna, página 55