De Turín al Cristo lagunero. La Opinión de Tenerife. 17.04.2014
La réplica más exacta que existe de la Sábana Santa permanecerá expuesta de forma permanente a partir del próximo domingo en el edifico anexo al Santuario
Los organizadores de esta curiosa iniciativa esperarán a que finalice la Semana Santa para exponer esta pieza. El momento de apertura de la muestra, que por el momento será permanente, será el próximo Domingo de Gloria a partir de las 20:30 horas.
El esclavo mayor, Carlos Javier Pérez-Godiño, y el maestro de ceremonias, Antonio Rodríguez Cedrés, acompañaron al sacerdote Carlos González y al delegado en Canarias del CES, Andrés Brito, en la presentación de la pieza a los medios de comunicación.
Brito detalló algunos de los secretos del que es "el objeto arqueológico más estudiado de todos los tiempos". La reproducción o facsímil que permanecerá expuesta en La Laguna es "la más exacta que se puede obtener con la tecnología del siglo XXI, gracias al último escáner de la original que se hizo en 2010", indicó el experto.
La presencia de esta pieza junto a la venerada e histórica talla del Cristo de La Laguna es, para la organización, una "invitación a reflexionar cómo fue la Pasión desde el punto de vista médico-forense y sobre para qué se produjo el sacrificio de Cristo desde el punto de vista teológico".
Brito explicó que la organización de la que forma parte es una asociación cultural aconfesional que, además del estudio de la Sábana Santa, aborda el análisis científico de otras reliquias atribuidas a Jesucristo que puedan ser o hayan sido estudiadas por la ciencia. "Somos conscientes de que la existencia de reliquias falsas ha originado una desconfianza generalizada sobre ellas, pero si es cierto que no se puede mantener que todas las reliquias sean auténticas tampoco es defendible que ninguna lo sea", aclaró.
La pieza, que se expondrá acompañada de un vídeo explicativo sobre todos los estudios elaborados al respecto, mide 4,45 por 1,15 metros y es una réplica exacta del que se encuentra en la sede del Centro Español de Sindonología, en la ciudad de Valencia.
Pese a que las pruebas del carbono 14 realizadas en 1988 situaron el origen de la pieza en el siglo XIV, los expertos coinciden en que no se ha hallado una explicación para demostrar "cómo es posible que la imagen tenga todas y cada una de las características únicas que se observan sobre la tela que se conserva en Turín", recalcó Brito antes de descubrirla.
Sobre la superficie de la tela, que a partir de ahora podrá ser contemplada de cerca por todos los tinerfeños, se han hallado dos tipos de vestigios: las huellas de sangre que coinciden con las torturas a las que sería sometido Jesús de Nazaret, siempre según los evangelios, y la imagen frontal y dorsal del hombre al que se envolvió con ella.
Brito también recordó algunas de las conclusiones a las que llegó el equipo científico que analizó la Sábana Santa en 1978. En ese momento se concluyó que sobre sus fibras no había pigmentos, pinturas o tintes. "Es indiscutible que hubo un contacto directo con un cadáver, lo cual explica las marcas de sangre humana y su ubicación en el cuerpo en lugares anatómicamente correctos", afirmó.
No obstante, para lo que no se ha encontrado aún una explicación física o química es para la forma en la que se generó esa imagen corporal, con detalles del rostro y las extremidades. "Eso sigue siendo un enigma, pese a los grandes esfuerzos realizados en su estudio", aclaró el delegado del CES.
Las conclusiones que aportó sobre lo que sabe a ciencia cierta de la sábana de Turín son varias: "Su imagen es la de un hombre real, flagelado y crucificado. No es producto de un artista y las manchas de sangre contienen hemoglobina y la prueba de albúmina de suero resultó positiva".
Para los que quieran ver en detalle este curioso fenómeno, la Esclavitud publicará en breve el horario concreto de la muestra de la Sábana Santa de Tenerife.
El Santuario del Cristo de La Laguna bendice la réplica de la Sábana Santa. La Opinión de Tenerife. 21.04.2014
El fascímil más exacto que existe podrá visitarse a partir de mayo de forma permanente en la tienda de recuerdos situada a la salida del Convento de San Miguel de las Victorias
Tras la misa de las 20:00 horas, el esclavo mayor, Carlos Javier Pérez–Godiño, se encargó de presentar, ante los numerosos curiosos que se congregaron en el templo, entre ellos el alcalde de La Laguna, Fernando Clavijo, este facsímil que es la réplica más exacta de la Sábana Santa que está en la Catedral de San Juan Bautista, en Turín (Italia). Asimismo, el delegado en Canarias del Centro Español de Sindonología, Andrés Brito, encargado, junto con la Esclavitud del Santísimo Cristo de La Laguna, de traer a la Isla esta réplica, también tuvo su momento para explicar la importancia de contar con ese objeto en el Convento. El sacerdote Carlos González fue el elegido para bendecir la Sábana Santa que tanta curiosidad ha despertado entre los laguneros y tinerfeños.
Toni Cedrés, esclavo del Cristo, explica que esta presentación y bendición es "la mejor forma de dar por finalizada la Semana Santa". Este año la celebración "ha sido muy intensa y el tiempo ha acompañado mucho", explicó. Aunque la Esclavitud del Santísimo Cristo de La Laguna ha sido la encargada de organizar el traslado de esta réplica a La Laguna, el colectivo también ha querido involucrar a más empresas de la ciudad porque saben que este objeto traerá consigo muchos beneficios tanto para el Convento como para el municipio.
La pieza se expondrá acompañada de un vídeo explicativo sobre los estudios elaborados al respecto, mide 4,45 por 1,15 metros y es una réplica exacta de la que se encuentra en la sede del Centro Español de Sindonología, en Valencia.
Llevan los pies descalzos. La Opinión de Tenerife. 13.07.2014
Jesús Villanueva Jiménez (*)
Amanecía el domingo 16 de julio de 1797. Apuntaba un día caluroso de limpia atmósfera celeste. Fermín y Damián, jóvenes labriegos, luego de escuchar con la familia la Santa Misa en el Santuario del Santísimo Cristo de La Laguna, y saludar al hermano Vicente, fraile portero del convento franciscano de San Miguel de las Victorias –anexo al Santuario–, buen amigo él de la familia, se dirigieron hacia donde ya se reunía una veintena de campesinos. En la explanada frente al Templo, se iban congregando los varones de entre dieciséis y cincuenta años pertenecientes al Regimiento de Milicias de La Laguna. Labriegos, criados, peones, humildes artesanos y campesinos de San Cristóbal de La Laguna, Tegueste, Tejina, Valle de Guerra y caseríos del entorno –como así lo hacían los domingos programados los regimientos de La Orotava, Garachico, Granadilla y Abona–. A las nueve treinta, puntual como siempre, llegaba el sargento Raimundo Padilla, del Batallón de Infantería de Canarias, con cuatro soldados veteranos y el carro tirado por dos mulas, en cuya caja se cargaban los mosquetes, todos inhábiles para hacer fuego, pero útiles para la instrucción.
–¡Venga, a formaaar! Que si nos demoramos se nos va a poner encima el sol y nos va a achicharrar el cráneo –instaba el sargento, con voz de trueno, a los trescientos hombres ya reunidos sobre la explanada polvorienta.
Como siempre, aprendida la rutina, cada campesino se hacía con un fusil del carro y engrosaba a continuación la formación, un tanto desparramada, que los veteranos del Batallón iban ordenando.
–¡A formar en frente de a diez¡ –gritaba un soldado, de suficiente edad como para ser abuelo.
Los campesinos formaban a ojo, pues contar, lo que se dice contar, apenas un puñado de ellos sabía. Pero era buena maestra la costumbre, el repetir muchos domingos al año la misma rutina que les llevaba a completar aquel frente de a diez, a ojo de buen cubero. Después, todo era cubrirse uno tras otro, hasta concluir la formación.
–Mira, Damián, nos saludan tu madre y tu hermana –le indicaba Fermín, tan amigo del alma uno del otro, que más que amigos eran hermanos–. ¿Las ves?
–Ah, sí, ya las veo€ ¡Hola, madre, hola, Francisca¡ –devolvía Damián los saludos, a grito pelado, meneando la mano, como si hiciese años que no viese a la familia, cuando hacía un rato habían compartido banco en misa y rezado juntos el Padrenuestro–. Ahí llegan Pilar y Candelaria –señaló a las novias que se unían a otras novias, madres, esposas y hermanas de los hombres allí congregados, a punto de iniciar la instrucción militar.
Mujeres jóvenes, ancianas y niñas, así como niños y ancianos, que también entretenían la mañana –más sumaba el público entusiasta que los hombres de instrucción–, a la sombra de los álamos y eucaliptos que circundaban la explanada de tierra seca; en pie o sentadas en taburetes que de casa traían, o en el suelo con las piernas cruzadas o donde podían, que todos se apañaban. Madres jóvenes con hijos en los brazos –más de uno con la boca pegada al pecho materno, que para eso eran aún niños de teta–; otras, de la mano de traviesos churumbeles que trataban de ir en busca del padre, que desde la formación saludaba y sonreía, con el gesto tan curtido como las manos endurecidas de aferrar el apero o la herramienta. Familiares orgullosos de sus hombres: padres, esposos, hijos o hermanos, que en defensa de la Patria ofrecían su descanso a la instrucción dominical. La Patria que lo era todo, porque es la Patria la familia, la fundada o en la nacida, el hijo nacido y por nacer, la esposa y la madre; la tierra que labraban y de la que comían, aun siendo un jornal de subsistencia, ¡y gracias!, por el que se doblaba la espalda de sol a sol; el idioma compartido en el que se daba la palabra; las arraigadas tradiciones que, de boca en boca, generación tras generación sobrevivían; el Santo Cristo de La Laguna y la Virgen de Candelaria, y la del pueblo de cada cual, que todas son la misma Madre de Dios, pero la de mi pueblo es la mejor y la más guapa; y el amigo, el compatriota, el paisano que hombro con hombro, en la era abría la tierra y esparcía en ella la semilla, el mismo paisano que, llegado el momento, sacaría de las entrañas la fuerza y el coraje para batirse con el invasor.
–¡La vida del inglés, pardiéz, antes que la nuestra, puñeta, de todas todas! ¡Por eso estamos aquí! –arengaba Padilla, que ante los campesinos se sentía coronel, que sentirse general ya le daba apuro hasta pensarlo.
Pilar saludaba de lejos a Fermín, y él a ella, enamorado como un becerro. Candelaria a su vez saludaba a Damián, y éste devolvía el saludo, sonriendo de medio lado.
–¡Ya está bien de tantos saluditos, atención a la instrucción, que ahora sois soldados, puñeta! ¡A cubrirse, arrr! –bramaba el sargento.
Diez minutos de ¡derecha, izquierda, derecha! y ¡fusil al hombro, arrr! Luego, divididos en cuatro grupos, los soldados explicaban una vez más, de otras tantas de domingos al sol, cómo se cargaba el mosquete, cómo se apuntaba y disparaba el arma, vieja, e inofensiva a menos que se aferrara a modo de cachiporra medieval . Repetían los milicianos las instrucciones de los veteranos del Batallón, haciendo fuego de mentira contra un enemigo imaginario. Por último, todos a formar de nuevo.
–A la orden de usía, mi coronel –saludó el sargento al coronel del Regimiento de Milicias de La Laguna, don Fernando del Hoyo Solórzano, Conde de Sietefuentes, que impecablemente uniformado hacía acto de presencia.
Era don Fernando un hombre querido y respetado por todos, amable y cordial, patriota y profundamente católico. "Hace calor para estar al sol", pensaba don Fernando, que al sol aguantaría, junto al sargento, hasta el término de la instrucción.
–Estamos terminando, mi coronel –informaba Padilla, que tenía la virtud de leer el pensamiento del señor Conde y hasta el de sus mandos del Batallón, que las entendederas de sus soldados las adivinaba antes de ser paridas–. Sólo queda desfilar con fusil al hombro, que es lo que más gusta al público –decía riendo–. Dos vueltas a la plaza y a casa con la familia– concluía, cuadrado como el que más, que en las venas llevaba Padilla la milicia, aunque la suya era profesional, y él, ya de tiempo atrás, sabio soldado, por viejo y por diablo.
–Como si yo no estuviera, sargento. Siga€ siga vuestra merced –decía el señor Conde, ajustándose el pañuelo al cuello, siempre tan respetuoso y educado con los del pueblo llano como con los de su alta alcurnia.
A esas horas, hinchadas las velas de fresco viento, ya rasgaban las aguas del Atlántico las quillas de los navíos Theseus –donde enarbolaba su insignia el contraalmirante Horatio Nelson–, Culloden y Zealous, las fragatas Seahorse, Emerald y Terpsichore, el cúter Fox, la bombarda Rayo, y el navío Leander, que había partido de Lisboa, mientras toda la escuadra británica lo había hecho de la bahía de Cádiz, la mañana anterior. Sumaban trescientas noventa y tres cañones y dos mil hombres, entre marinería e infantes de marina, instruidos y bien armados, experimentados y curtidos en decenas de batallas, abordando barcos o tomando puertos enemigos en mares de todo el mundo.
–Tengo entendido que gozan las Canarias de buen clima todo el años, de buen vino y bellas mujeres –le decía Nelson al capitán Ralph Willett Miller, comandante del buque, mientras observaba el navegar del resto de la flota, desde la toldilla, a pocos pasos del timonel.
–Eso mismo tengo yo entendido, señor –respondía el otro, mientras buscaba algo en el bolsillo de la oscura casaca.
–Buena travesía parece que tendremos –decía de nuevo Nelson, ajustándose el bicornio, luego de rascarse la cabeza bajo la peluca blanca.
–Eso parece, señor –respondía Miller, que seguía hurgando en los bolsillos de la casaca.
De súbito, Nelson cerró el puño de la diestra y golpeó con él tres veces la baranda sobre la que se apoyaba.
–¡Qué poco nos queda, Miller, qué poco para hacernos ricos y alcanzar la más alta Gloria! –exclamó el contraalmirante, exultante, para de inmediato serenarse y seguir observando el navegar de la potente escuadra que comandaba.
En La Laguna, el Regimiento de Milicias desfilaba dando una última vuelta a la explanada, ante los aplausos entusiastas de los familiares, que ya abandonaban la sombra de los álamos y eucaliptos, a la espera del "¡rompan filas!" y el abrazo a los hombres de la casa. Mosquete aun al hombro, unos se ajustaban los sombreros, otros se sujetaban los rústicos pantalones, caídos al aflojarse el nudo de la soga, que, a falta de cinturón, cubría el expediente.
–¡Que se oigan más esos pasos, puñeta! Un, dos, un, dos€ ¡Con más ardor, jolines! „voceó Padilla, antes de dar el "¡alto, arrr!" y "¡rompan filas, arrr!".
–No se empeñe en lo imposible, sargento, hombre de Dios – dijo el Conde de Sietefuentes, mirando a Padilla y luego al cielo–. ¿Cómo se van a oír más fuerte los pasos, si todos estos hombres llevan los pies descalzos?
–El entusiasmo que me puede, mi coronel –sonreía Padilla.
(*) El escritor Jesús Villanueva Jiménez pertenece a la Tertulia Amigos del 25 de Julio.
Jorge Melón es elegido como nuevo esclavo mayor del Cristo. La Opinión de Tenerife. 17.12.2014
La toma de posesión será en enero, tras la aprobación del obispo P Hermigua le dedica una calle a Carlos González, rector del templo
La Junta General de la Esclavitud del Cristo eligió el pasado domingo a la nueva Junta de Gobierno, que desarrollará su labor entre 2015 y 2016. Jorge Andrés Melón Rodríguez resultó elegido como el nuevo esclavo mayor.
De esta manera, solo falta la aprobación del Obispado de la Diócesis Nivariense, que se prevé que será en enero, para que se produzca la toma de posesión y el juramento de cargos.
Melón Rodríguez pasará a sustituir, a partir del próximo año, al actual esclavo mayor Carlos Javier Pérez-Godiño Cabrera, quien asumió el cargo en 2013. Hasta ahora, Jorge Andrés Melón era teniente esclavo tras producirse la renuncia del periodista José Carlos Marrero de la Junta de Gobierno hace un año "por motivos personales y profesionales".
Jorge Andrés Melón Rodríguez aseguró ayer sentirse contento por esta designación y por el apoyo de sus compañeros, aunque aclaró que "el esclavo mayor del Cristo sigue siendo Carlos Pérez-Godiño" por lo que evitó hacer más comentarios hasta que su cargo sea aprobado por el Obispado.
Homenaje al párroco
Por su parte, el Ayuntamiento de la Villa de Hermigua, en La Gomera, ha decidido otorgar el nombre del sacerdote Carlos González Quintero, rector del Santuario del Cristo desde el año 2010, a una calle del municipio. El Consistorio ha estado elaborando el callejero en el que ha querido rendir un homenaje y reconocimiento a aquellas personas que han destacado por su labor para mejorar la localidad y favoreciendo la proyección exterior del pueblo. En el caso de González Quintero, el municipio ha querido realizar este homenaje para que sus méritos y su buen hacer queden para siempre ligados a Hermigua, lugar donde nació en 1936.
González Quintero fue ordenado sacerdote el 5 de junio de 1960, tras realizar sus estudios en el Seminario Diocesano, por el obispo Pérez Cáceres, en la Catedral. Carlos González ha sido párroco de diferentes iglesias, entre las que se encuentra: San Antonio y San Nicolás, en Fuencaliente; Santa Úrsula, en Adeje; Nuestra Señora de la Concepción y Nuestra Señora del Carmen, en el Realejo Bajo; o Icod de los Vinos. Además, ha sido profesor y vicerrector del Seminario Diocesano desde 1967 hasta 1972.