Después de la muerte de Juan Pablo II el 2 de abril de 2005, la Ciudad del Vaticano vivió una jornada histórica. El entierro más multitudinario de un papa se llevo a cabo el 8 de abril de 2005, y a él acudieron personalidades de todos los países, todas las culturas y todas las religiones. Los miles de fieles que congregaron en las calles de Roma pidieron con sus aclamaciones la canonización del fallecido Pontífice.

El funeral de Juan Pablo II comenzó a las 10:00 de la mañana. Cuando los sediarios sacaron a hombros el féretro del Pontífice de la Basílica de San Pedro, los peregrinos respondieron con aplausos.

Se calcula que en la Plaza de San Pedro y vías adyacentes había unas 300 000 personas. Alrededor de un millón y medio de peregrinos, de muchas partes del mundo, llegaron a Roma. Se colocaron pantallas gigantes en distintos puntos de la ciudad para que los visitantes que no pudieron acceder a la plaza siguieran la ceremonia.

Durante la ceremonia, que duró cerca de dos horas y media y estuvo presidida por el cardenal Joseph Ratzinger, el féretro de ciprés con el cuerpo del Pontífice fue expuesto desde la escalinata de la Basílica. A escaso metros, más de 200 dirigentes de todos los países y todos los credos seguían la liturgia.

El funeral comenzó a la hora prevista, las 10.00 de la mañana. Cuando los 'sediarios' sacaron a hombros el féretro del Pontífice de la Basílica de San Pedro, los peregrinos respondieron con aplausos. Entonces comenzó la homilía.

El ambiente solemne se ha roto en ocasiones con aplausos o gritos de "Santo, ya", "Santo, ya", que incluso han interrumpido varias veces el discurso de Ratzinger. Algunas pancartas también pedían la canonización del Pontífice. Según informa José Manuel Vidal desde el Vaticano, este sentimiento es generalizado entre los fieles que están en la ciudad.

La homilía emocionada de Ratzinger ha dejado frases como "Podemos estar seguros de que nuestro amado Papa está ahora en la ventana del Padre, nos ve y nos bendice" y palabras de agradecimiento al Pontífice por haber seguido en activo hasta el final a pesar de su débil estado de salud.

Se calcula que en la Plaza de San Pedro y vías adyacentes había unas 300.000 personas. Eran las privilegiadas que, tras una noche de espera, consiguieron un lugar cercano al Pontífice. Alrededor de un millón y medio de peregrinos, según informan las televisiones italianas, han seguido el funeral desde alguna de las pantallas gigantes que se habían colocado estratégicamente en distintos puntos de Roma.

Quienes han podido ver la ceremonia desde un lugar realmente privilegiado han sido las autoridades. Entre ellos estaba la delegación española, encabezada por los Reyes e integrada por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, y el líder de la oposición, Mariano Rajoy.

Algunos de los más madrugadores a la hora de llegar a la Plaza fueron el rey de Alberto II de Bélgica, el secretario de la ONU, Kofi Annan, el presidente de Ucrania, Víctor Yushchenko, y el presidente de Afganistán, Hamid Karzai. Poco después fueron llegando líderes como Tony Blair, Lula da Silva, Chirac o el príncipe Carlos de Inglaterra.

Al término del funeral, todos los presentes han despedido al Pontífice con un largo y sonoro aplauso. El sonido de las palmas ha acompañado a la procesión fúnebre en su camino a las Grutas Vaticanas.

Con este solemne funeral, se ha despedido de forma oficial a Juan Pablo II, que falleció a las 21.37 del pasado sábado por un 'shock' séptico (una septicemia) y un colapso cardiocirculatorio irreversible. En la tarde del lunes se abrió su capilla ardiente por la que en tres días desfilaron centenares de miles de personas.

La ceremonia en el interior de la Basílica

Antes de la ceremonia al aire libre, comenzó el ritual en el interior de la Basílica, donde los restos mortales del Papa se depositaron en un ataúd liso de ciprés forrado de terciopelo carmesí en presencia del Camarlengo de la Iglesia Romana, el cardenal español Eduardo Martínez Somalo.

En él se introdujeron un pequeño bolso con medallas conmemorativas del Pontificado de Juan Pablo II, la mitra vaticana y el 'Rogito', un documento sobre su vida escrito en latín y guardado en un tubo de plomo. El arzobispo Piero Marini y el secretario privado de Juan Pablo II, Estanislao Dziwisz, cubrieron con un velo de seda blanco el rostro del Papa. Antes de cerrar el féretro, el Camarlengo roció con agua bendita su cadáver.