La procesión que cada nueve de septiembre traslada al Cristo de La Laguna desde su Real Santuario hasta la Catedral propicia que durante los días del Quinario coincida allí entronizado con la Virgen de los Remedios, patrona del Obispado y titular del principal templo de la Diócesis tras su creación en 1818. Pero la relevancia popular de esta imagen mariana es muy anterior, pues ha presidido durante siglos la parroquia a la que daba y da nombre. Sin embargo, fue a partir de los últimos años del siglo XVII y sobre todo a lo largo de la primera mitad del siglo XVII cuando floreció con más fuerza el culto a Nuestra Señora de los Remedios cuya efigie formó un tándem devocional con el Señor de La Laguna, tanto en actos públicos como en la íntima piedad de nuestros antepasados. Aquel templo estaba consagrado al misterio de la Expectación del parto, festividad litúrgica que corresponde al 18 de diciembre. A pesar de que el obispo Francisco Martínez mandó en 1602 que "los vecinos desta ciudad guardaren su día como de precepto", lo cierto es .que los festejos más relevantes se celebraban en torno al 8 de septiembre coincidiendo con la Natividad de la Virgen. En 1567 se había erigido formalmente la Cofradía de la Consolación de Nuestra Señora y de su limpia y entera virginidad, instituida por la beata agustina Isabel de la Cruz, fundadora también de la casa de emparedamiento aneja al templo. Entre las funciones de la corporación estaba la de celebrar la fiesta del 8 de septiembre "con una procesión por la collación y parrochia de la dicha yglesia como se haze el día de Señora Santa Ana y el día de la fiesta de la Limpia Concepción de Nuestra Señora en la parroquia de la Concepción". Tal día se elevaba de hecho a fiesta principal del templo, limitando la de la Expectación a solemnidad con misa cantada. A los actos del día 8 de septiembre seguía el octavario en honor a la Virgen, cuya séptima jornada coincidía con la Exaltación de la Cruz en que se festejaba al Cristo de La Laguna. De este modo, la primera mitad del mes concentraba como ahora una parte importante del calendario festivo de la ciudad.

El decisivo apoyo de la oligarquía local —regidores y comandantes generales— promocionó el culto a la Virgen de los Remedios sobre todo, como ha advertido el profesor Hernández González, desde las últimas décadas del siglo XVII . Cuando en 1687 se celebraron las honras por el franciscano fray Juan de Jesús, los oficiantes divulgaron que el siervo de Dios "vio en éxtasis y rato [sic] a la aurora de la mañana en lo elevado de la torre de su parroquia de los Remedios a María Santísima Nuestra Señora con el título de Remedios como que bendecía esta Ciudad de La Laguna y con estas verdades que se predican en la Cáthedra del Espíritu Santo creció mucho más la devoción a este sagrado simulacro título de Remedios" 2.

La Virgen bajo esta advocación protagonizó numerosas rogativas y festejos extraordinarios, más que la titular de la parroquia matriz de la Ciudad. Podemos por lo tanto afirmar que en aquella época fue la principal devoción mariana local, un protagonismo que en ocasiones compartió con el Cristo de La Laguna, cuyo culto se había consolidado ya desde finales del Quinientos 3 . Al menos en 1651, 1693, 1698, 1703, 1706, 1709, 1719, 1737, 1741 y 1768 se organizaron celebraciones extraordinarias en las que participaron ambas imágenes, básicamente de rogativa aunque también las hubo en acción de gracias. No existía un programa fijo, pero el más común incluía el traslado procesional de la Virgen hasta el convento franciscano. Así, el 20 de septiembre de 1703, con motivo de la epidemia que asolaba el cercano lugar y puerto de Santa Cruz "se traxo en procesión general la milagrosa ymagen de San Juan Evangelista a la Yglesia de los Remedios por la mañana y de allí salió acompañando a la referida de Nuestra Señora de los Remedios hasta el con-vento de San Francisco donde se dixo la misa y plegaria al Sanctísimo Christo" 4. En otras ocasiones, el oficio religioso se celebraba en la iglesia de los Remedios, de modo que tanto el Cristo como la Virgen eran llevados hasta allí. En cualquier caso, lo acostumbrado era que tras esta rogativa las efigies que participaban en ella recorriesen en procesión general la ciudad, entrando en los conventos de clausura de Santa Clara y Santa Catalina. Lo habitual era que la Virgen de los Remedios acompañara luego al Cristo hasta su convento, restituyéndose luego hasta la parroquia.

La elección de la Virgen de los Remedios frente a otras imágenes marianas se basa, como hemos apuntado, en su éxito devocional auspiciado por el antiguo Cabildo de la Isla. Pero no debe obviarse su fundamento teológico, pues la Virgen es invocada como intercesora ante su Hijo. Por eso es Ella la que acude a buscarlo y ante el Cristo se hacen plegarias suplicando remedio. Tal espíritu se trasluce en los relatos que sobre estas celebraciones conservamos, como también se evidencia la idea que de aquellos males (epidemias, sequías, erupciones volcánicas...) tenían los laguneros de la época, quienes los atribuían a sus propios pecados. Sirva de muestra este comentario del beneficiado Andrés José Machado Villarroel con motivo de la epidemia de 1741: "... para que conste en los tiempos venideros los portentos, maravillas y milagros que Dios Nuestro Señor se sirve hazer por medio de la Milagrosísima Ymagen de Nuestra Señora de los Remedios (...) como se ha experimentado en todas las ocasiones de necesidades públicas y especialmente en el dicho año presente en que Su Divina Magestad en castigo de nuestras culpas se ha servido mandar sobre los pueblos de estas Yslas la grave epidemia que se ha padecido originándose de graves afectos catarrales, tabardillos y costados con tanta malignidad que en pocos días han muerto mucho número de personas habiendo días en esta Ciudad de diez y ocho y veinte entierros" 5. En aquella penosa ocasión se recurrió también a una cantidad extraordinaria de santos intercesores. Además del habitual san Juan Evangelista, san Roque y san Sebastián como abogados contra la peste; san Blas, especializado contra los males de garganta; y san Cristóbal en calidad de patrón de la ciudad. Pero el protagonismo se reservaba al Señor, correspondiendo a la Virgen una especial función mediadora derivada de su maternidad. El carácter penitencial de estas rogativas públicas queda confirmado por la frecuente asistencia de clérigos y seculares descalzos, con cruces al hombro "y con otras penitencias que edificaban al Pueblo, yendo cantando Psalmos..."6.

Algunos relatos recogen la eficacia de estas celebraciones. En febrero de 1768, ante una notable falta de agua, el Ayuntamiento decidió que se oficiase un novenario al Santísimo Sacramento y a la Virgen de los Remedios que una vez concluido se repitió ante el Santo Cristo en el convento franciscano, acompañado también por la Virgen, san Juan Evangelista y san Plácido, imágenes que salieron en procesión general por las calles reales el once de marzo; "y este mismo día por la noche llovió mui bien de modo que se moxó toda la Ysla y el día jueves por la mañana vino el Cabildo a dar las gracias a su Magestad Sacramentada, y a la Madre Santísima de los Remedios por havernos remediado con la lluvia que tanto se deseava, y continuaron las aguas mui abundantes: Gracias a su Magestad por todo y a su Santísima Madre de los Remedios pues por su intercesión siempre lo hemos experimentado" 7. Algo similar sucedió en septiembre de 1703 tras sucesivos, novenarios durante los que remitió la epidemia que azotaba Santa Cruz "y se continuó cessando de todo punto, por cuya razón la dicha última función se terminó no con rogativa sino con el Te Deum Laudamus" 8.

El mes de septiembre de 1707 tuvo un marcado carácter festivo con ocasión del nacimiento del príncipe Luis, primogénito de Felipe V. Ya en febrero se había celebrado con "gran regocixo" que la reina estaba encinta, repicándose las campanas de parroquias y conventos. La noticia del real alumbramiento llegó a la ciudad precisamente el catorce de septiembre "entre las tres y las cuatro de la mañana" y teniendo en cuenta que era día del Cristo y que la Virgen de los Remedios estaba en su octavario se determinó llevar excepcionalmente la efigie mariana hasta el convento de San Francisco para celebrar la fiesta. Tras la solemne función, por la tarde partieron "las dos imágenes del Santísimo Christo y de su Madre Santísima por las calles de la collación de dicha parroquia". Con el mismo motivo se inició un novenario el veinte de aquel mes durante el cual, además de los actos religiosos, La Laguna vivió plenamente "fiestas de alegría y regocixos de día y de noche, fuegos y luminarias y invenciones que hicieron los gremios, ocho comedias (...) y sortixa de los caballos", tal y como nos relata el cronista Juan Núñez de la Peña 9.

Testimonio de este segundo período de lustre devocional de la Virgen lagunera es el retablo que aún hoy la cobija, obra del maestro Antonio Francisco de Orta quien lo realizó entre 1709 y 1715  10. También la serie de retratos pictóricos de su imagen cuya iconografía alcanzó notable difusión en las Islas. Existen ejemplos en La Laguna (Catedral y convento de Santa Catalina), San Juan de la Rambla (colección particular), San Sebastián de La Gomera (iglesia de la Asunción) y Lanzarote (ermita de la Caridad, en La Geria e iglesia de los Remedios, en Yaiza)11. Pero la mejor expresión plástica del éxito devocional de la Virgen en relación al Cristo franciscano es la pafeja de lienzos que los retratan, realizados con anterioridad a 1796 para la ermita de San Juan de Güímar por encargo del sacerdote lagunero Luis Tomás Baulén. Éste, en su testamento otorgado aquel ario, declara-ba haber edificado la ermita a sus expensas expresando su "especial devoción" tanto al santo titular como "al Santísimo Christo con el título de La Laguna y a mi Amantísima Madre y Señora Nuestra de los Remedios, las quales ymágenes se hallan colocadas con el correspondiente adorno y aseo en la citada mi ermita" 12. Tanto en ésta como en el resto de veras efigies se representa a Nuestra Señora de los Remedios ricamente vestida y enjoyada, galas y alhajas que fueron producto de continuas donaciones de sus devotos ya desde el siglo XVI 13 ". Tal boato contrasta con la glacial indiferencia de la que se lamentaba José Rodríguez Moure en su Guía redactada a finales del siglo XIX; reseñaba el presbítero que "ya no se ve en su camarín sino polvo y telarañas que publican a los cuatro vientos el poco amor y solicitud de sus capellanes" 14.

Esta pérdida del protagonismo que antaño ostentara la efigie vino a ser en parte reparada con su coronación canónica el 7 de septiembre de 1997, coincidiendo con la conmemoración del quinto centenario de la fundación de la Ciudad. Con aquel motivo, Eliseo Izquierdo publicó un oportuno artículo en el que llamaba la atención sobre el estado de conservación de la imagen y del que suscribimos ahora esta idea: "Urge, pues, que manos expertas y responsables le devuelvan su prístina belleza, todo lo que hoy merma u oculta su enigmático atractivo 15 ". La Virgen de los Remedios es, bajo sus ropajes, una imagen vestidera realizada en madera y policromada. El rostro y las manos concentran el trabajo más esmerado, resolviéndose el resto con un candelero consistente en tronco, brazos articulados y faldón ahuecado. Sus características formales sugieren su adscripción a los talleres sevillanos de principios del siglo XVI y sus facciones nos remiten a las de ciertos rostros femeninos del retablo mayor de la Catedral hispalense, aquellos ejecutados por los hermanos Jorge y Alejo Fernández Alemán a cuyo círculo pensamos que puede asignarse 16 ". El Niño debe corresponder, sin embargo, a un artífice local de mediados del siglo XVIII. Sabemos que ya en 1612 existía una imagen infantil para cuyo vestido se adquirió vara y media de "tafetán azul con molinillo de oro", aunque es posible que inicialmente la Virgen no lo portara en sus brazos, toda vez que el título de la Expectación alude a un momento previo al parto. 

Carlos Rodnguez Morales

Historiador del Arte 

 

 
 

 

 

 

1 Cf. HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Manuel, "El culto a la Virgen de los Remedios en Canarias durante el Antiguo Régimen", en Actas del Congreso Nacional sobre la advocación de Nuestra Señora de los Remedios. Historia y Arte. Córdoba, 1995, pp. 47-66.

2 Archivo Histórico Diocesano de Tenerife (en adelante AHDT), Libro de Antigüedades de la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios, f. 66r.

3 'Fue frecuente también recurrir para estos actos a la tabla de san Juan Evangelista venerada en la iglesia de la Concepción y, en menor medida a San Juan Bautista, San Roque, la Virgen de la Concepción, la de Gracia, San Gabriel, Jesús Nazareno, San Sebastián, San Blas, San Jacinto, Santa Teresa, San Francisco, Santiago, el Cristo de San Agustín o San Plácido.

4 AHDT, Libro de Antigüedades..., ff. 13r-14v. 

5 Ídem, ff. 61-63v.

6 Ídem, f. 8v.

7 Ídem, f. 325r. 

8 Ídem, ff. 13r-14v.

9 Ídem, ff. 14r-15rv. Sobre estas alegres celebraciones conservamos también otro relato debido a la pluma del be-neficiado Salvador Lesur de la Torre. Ídem, ff. 32r-35r.

10 RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, Marga-rita, "Los maestros retablistas de principios del siglo XVIII en Tenerife", en Actas del V Coloquio de Historia Canario Americana (1982). Las Palmas, t. II, p. 703.

11 Cf. RODRÍGUEZ MORALES, Carlos, "Dos devociones tinerfeñas y su iconografía en Lanzarote", en Actas de las IX Jornadas de Estudios sobre Fuerteventura y Lanzarote (1999). Puerto del Rosario, 2001.

12 " Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife, Protocolo notarial 748 (escribanía de Juan Antonio Penedo), 19/5/1796, ff. 70r-81r. Ambos lienzos han sido recientemente restaurados por doña Ebe Rosa Palarea. "

13 Cf. PÉREZ MORERA, Jesús, "La indumentaria de la Reina del Cielo. Los roperos y joyeros de la Virgen de los Remedios y Nuestra Señora del Carmen", en catálogo de la exposición Imágenes deje. La Laguna, 2000, pp. 15-23. "

14 RODRÍGUEZ MOURE, José, Guía histórica de La Laguna. La Laguna, 1935, p. 53. "

15 IZQUIERDO, Eliseo, "De la Ciudad, los Remedios", en El Día. Santa Cruz de Tenerife, 6/9/1997. " Cf.

16 RODRÍGUEZ MORALES, Carlos, "Nuestra Señora de los Remedios", en catálogo de la exposición Imágenes de fe. La Laguna, 2000, p. 30.