La imagen del Santísimo Cristo de La Laguna recibe culto público desde el año 1520 en que fue traída al Convento Franciscano de San Miguel de las Victorias tras haber sido donada al primer Adelantado de Canarias, Alonso Fernández de Lugo, por el Duque de Medina Sidonia.
Es sin duda las más venerada imagen de Cristo de todo el archipiélago canario, teniendo gran devoción por ella desde los primeros momentos en que se expuso al culto, habida cuenta de que se trata “de un pueblo formado por españoles del siglo XV y una cristiandad nueva, noble y de generosos sentimientos cual fuera la de los Guanches”, a decir de Rodríguez Moure.
El origen de los festejos en honor del Cristo de La Laguna hay que buscarlo siglos atrás, prácticamente desde el comienzo de la veneración pública de la santa imagen.
Núñez de la Peña nos cuenta que los mismos eran anteriores a la fundación de la Venerada Esclavitud, que en el año de 1659 fue constituida y compuesta por treinta y tres caballeros en memoria de los años de Cristo.
Los festejos consistían entonces en comedias, saraos, toros, torneos, libreas y luminarias y el Proveedor de las fiestas, que casi siempre era un caballero de la nobleza invitado por los religiosos franciscanos, al final de las fiestas ofrecía un valioso obsequio para embellecimiento del templo. Por ejemplo, en el año 1630, el regalo consistió en la Cruz de Plata que sustituyó a la de madera y que fue realizada por el Regidor de ésta isla y Señor de la Gomera y el Hierro, Don Francisco Baptista Pereira de Lugo.
No obstante y según el Padre Quirós, estas fiestas ya se celebraban en 1524, porque en dicha fiesta, un tal Andrés Gallardín, regalaba toros para ser lidiados en los festejos.
Desde 1608 el Cabildo asignaba la cantidad de 50 ducados, además de lo concedido por el Proveedor, para sufragar los gastos que se derivaran.
Este mismo año y tras la visita del Padre Quirós como Visitador Provincial de la Orden al cenobio de ésta ciudad, vio que el 14 de septiembre, Fiesta de la Exaltación de la Cruz, se juntó mucha gente a celebrar la misma, acudiendo un gran número de todas las islas.
En las Ordenanzas de Tenerife, recopiladas por Núñez de la Peña en 1670 en su Título I De las cosas del Servicio de Dios y de sus Santos nos dice de la Fiesta del Santísimo Cristo de La Laguna: “En diez y siete de setiembre del año mil seiscientos y siete se añadió a éste título la fiesta del Santísimo Christo, y los señores Justicia y Regimiento mandaron que se celebre por el magnífico aiuntamiento, por acuerdo ante Francisco Cabrera de Roxas escriuano del concejo que su tenor es que se sigue.
La Justicia y Regimiento dixeron que es cosa sauida la mucha y antigua deuoción, que en todas estas islas,i en toda España se tiene al Sanctísmo Christo, que está en el conuento de esta ciudad, y se celebra la fiesta en casa su año a catorze de setiembre, a la cual concurre mucho número de personas destas islas con gran deuoción, por las muchas mercedes que Dios es seruido hazernos, por lo bien que se celebra la dicha fiesta, y en las nesecidades que esta isla ha tenido de falta de salud, ide aguas, y otras muchas patentemente se a visto iendo a su casa en procesión, y haciendo otros sufragios; y para que estas mercedes merezcan a Dios con mas bentaja mandaron que de aquí en adelante para siempre jamás se celebre la dicha fiesta por su día, y haciéndose con el amor aparato, y desencia que se pueda y en cada vn año se nombren diputados deste aiuntamiento, que le hagan y en ello se gasten cinquenta ducados y estos sean doscientos que este concejo tiene facultad real de la fiesta de Candelaria.
Y en doze de agosto de mil seiscientos y veinte y cinco años se acordó por ante Saluador Fernández de Villareal escriuano del Concejo que se vaia en forma de ciudad a la fiesta del Santísimo Christo”
CAMBIAN LAS FIESTAS.-
Los primitivos festejos de toros, cañas, comedias y saraos, que antes se realizaban en la víspera, fueron sustituidos por las máscaras y tapadas que solas o en cuadrilla, reunía la extensa plaza a la que se llamaba “Patio del Cristo”.
Las mas honestas y comedidas con sus chácharas, excitaban por lo menos la curiosidad de galanes y viejos verdes, sacándoles con donaire, galas y adornos mujeriles que se vendían a subido precio en las tiendas que de éstos géneros se improvisaban, otras mas libres y descocadas, a más de limpiarles los bolsillos con los obsequios de que no se veían saciadas, eran el escándalo vivo que se paseaba por la plaza, situaciones que nos relata Rodríguez Moure.
Tras la fundación de la Esclavitud se hace cargo de la organización de los festejos un Esclavo Mayor y dos diputados, según establece la cláusula XII de sus estatutos, y aunque los mismos limitaban los gastos, no pudiéndose hacer mas de dos o tres comedias, unos fuegos de noche antes de las fiestas y algunas danzas, siempre fueron magníficas y de gran esplendor, durando las mismas ocho días como así lo atestiguan las crónicas.
Más adelante, en 1802, los festejos cambian a nuevas fórmulas y como gran acontecimiento, tienen lugar tres grandes corridas de toros en el coso que existía en La Laguna, lidiándose ganado de renombradas divisas peninsulares, actuando en los tres Fernando Gómez “El Gallo” con sus respectivas cuadrillas.
También en dicho año se organizó una Fiesta de Arte a cargo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País y se quemó, por primera vez, fuegos en “El Risco”, empleándose cohetes de silbato, las coronas y las tracas.
Casi un siglo después, en las Constituciones de la Esclavitud de 1892, se establece una Comisión de Festejos compuesta por un presidente y cuatro vocales, siendo los encargados de los gastos del culto y las fiestas conque se acostumbraba solemnizar el día 14 de septiembre (los ingresos provenían de las cuotas de los esclavos, lo recaudado por Lo Divino y las aportaciones de casas comerciales y familias acomodadas).
Mas complicada fue la organización festera que se produjo en 1920 cuando, en unas nuevas Constituciones, se obliga al presidente de la comisión de festejos no solo a arbitrar recursos sino a confeccionar un programa variado que agradara a la junta, al público y a la prensa, lo que obliga a la renuncia del cargo.
Esto se prolonga hasta 1926 en que se repite la renuncia de todos os miembros de la comisión de festejos, opinando la Corporación de los Esclavos que las fiestas populares deberán organizarlas el Ayuntamiento.
El decreto que el Obispo de la Diócesis Fray Albino realizó, establece por fin la creación de un comisario de la fiesta religiosa y otro de la fiesta popular junto a tres vocales, para así dejar claro que la Esclavitud debería solo de organizar las fiestas religiosas, pero sin olvidar que, como desde antiguo viene organizando los festejos populares, ésta seguirá interviniendo en la organización de los mismos, relacionándolos con sus fiestas religiosas, pero absteniéndose siempre de organizar los puramente profanos.
No obstante tampoco ésta decisión dio resultado, pues en 1930, vuelven a suceder problemas en la celebración de las fiestas, lo que obliga a la Junta General proponer que la Esclavitud se desentienda de los festejos populares.
LAS PROCESIONES.-
Desde casi el comienzo de la presencia de la imagen del Cristo en la isla, esta realiza procesiones a través de la misma.
En tiempos de sequías, como por ejemplo en 1562, se acuerda por el Cabildo de Tenerife sacar a la imagen en procesión lo mismo que ocurre con la Virgen de Candelaria. Esto se repite en 1556, 1571 y 1577.
En 1585 fue llevado el Cristo a la iglesia de Los Remedios, Hoy Catedral, para interceder ante una plaga de langostas. De la misma manera, en diferentes epidemias fueron realizadas procesiones por las calles de la ciudad de La Laguna.
Pero no solo en estas circunstancias salía el Cristo lagunero en procesión. También para rendir culto al Santísimo, nos cuenta Quirós, el Cabildo eclesiástico de los Beneficiados y otros del clero, hicieron asiento con los franciscanos del convento, para que el día de la Exaltación de la Cruz (que es el 14 de septiembre y se celebra la fiesta del Santo Crucifijo), saliese por las calles mas principales de la ciudad en procesión, y que todos le acompañen juntamente con los religiosos.
Desde entonces deriva la costumbre de sacar en procesión al crucificado en el día de su fiesta, aunque la llamada “Procesión del Retorno”, que es la que tiene lugar al mediodía del día principal de las fiestas, es una aportación más moderna y novedosa, de pocos años, con la que el Cristo regresa a su Santuario tras haber permanecido durante varios días en la Iglesia Catedral recibiendo el culto popular de su ciudad.
Y finaliza la fiesta principal de nuevo con una procesión, ésta vez nocturna, visitando los conventos de Santa Clara y Santa Catalina y la iglesia de La Concepción, para volver a su plaza, el “Patio del Cristo”,donde se echa de menos por los más viejos el templete de madera , y donde a su llegada, se quemarán las ruedas, cascadas y cohetes, primero en “El Risco” y luego los que se denominan de “La Entrada”, que finaliza con la ensordecedora traca que tan bien describió Domingo J. Manrique:
Anochece. En la plaza los álamos austeros
muestran en su ramaje matices de alborada
y bajo la arquería, de luces constelada
sus risas y canciones suspenden los “romeros”.
La procesión retorna; cohetes mensajeros
tienden su deslumbrante cabellera dorada
ha llegado el momento sublime de la “Entrada”
el aire tiembla al brusco tronar de los morteros.
Y súbito millares de rojas serpentinas
estallan fragorosas en ígneos surtidores,
la plaza es un incendio, volcanes las colinas,
y entre nubes de púrpura, coronado de espinas,
surge Jesús, abriendo sus brazos redentores
a todas las angustias, a todos los dolores.
Es el día más importante de La Laguna, el día del Santísimo Cristo, donde la gente acude con devoción a visitarlo en su onomástica, para mantener vigente la copla anónima que dice:
Pasa un año y otro año
y este culto no se pierde
porque no hay un lagunero
que del Cristo no se acuerde.