Artículo de la Gaceta de Tenerife publicado el 17 de septiembre de 1936
Magnífico espectáculo, palpitante de emoción, vibrante de españolismo, el que ofrecieron anoche la plaza del Cristo de La Laguna y el muelle de nuestro puerto con ocasión de la despedida de los soldados que van a reverdecer sus laureles en el frente de batalla.
La luz cenicienta del ocaso, la sentida alocución del teniente coronel Gómez Romeu, la jura de la bandera a la antigua – a la española, mejor dicho-, los besos apretados como mordiscos del alma depositados por los valientes artilleros en la enseña bendita de la Patria, abigarrada masa del gentío que llenaba la plaza del Cristo y aplaudía y vitoreaba, la célica aparición de la imagen milagrosa del Señor de La Laguna que salía de su santuario para bendecir a sus huestes, la férvida palabra del franciscano que se ha ofrecido para acompañar con la Cruz y hasta la muerte a los expedicionarios...
Y luego, aquí, en Santa Cruz, las primeras sombras de la noche, envolviendo en su misterio
el desfile de las legiones de nuestra tierra, eí redoblar de los tambores y el murmullo de la multitud que se precipita y aglomera sobre el muelle para sentir, para abrazar, para gritar, para volar con las cuatro compañías que van a ocupar el puesto de honor reclamado para ellas en el campo de la lucha...
¡Admirable y patriótica síntesis del pensajmiento de un pueblo, unánime en servir con la efusión máxima la causa nacional, que es la causa de la justicia, del orden y de la reconstrucción de España!...
Ni un gemido, ni un lloro, ni una nota de tristeza. Si esta existe es para los que se quedan.Diohosos los que se van para cubrirse de gloria!
Gran honor para Canarias mandar al combate estas unidades perfectamente organizadas, de mozos recios, tesoneros y bravos, bien mandadas y con insuperable espíritu que van a poner muy alto, como se puso en Amiérica, el nombre de la Patria chica en el grandioso marco de la Patria grande.
Los vítores incesantes y los ihimnos marciales, el agitar de los pañuelos y los brazos en alto, mientras mayestático despegaba el "Dómine" y titilaban medrosos sobre las aguas los fulgores de las estrellas, daban al cuadro la vibración externa que no apagaba el latido de los corazones y el murmullo de las plegarias, porque eran la expresión del culto acendrado a la Patria.
¡Que la Virgen de Candelaria proteja a los valerosos expedicionarios!…