Año de triste memoria para Tenerife el de 1893. El cólera hacía estragos en Santa Cruz y varios pueblos de la isla. La Laguna, próxima á la Capital y en continua comunicación con ella, tenía motivos poderosos para temer la invasión del huésped del Ganges, cuya presencia se dejaba ya sentir en la Cuesta, Geneto y pagos inmediatos.
En tan tristes circunstancias todos los corazones se elevaron al cielo, todos los ojos se volvieron hacia el santuario de la plaza de San Francisco; allá dirigieron los Fieles sus pasos.
La venerada imagen del Señor de la Laguna les esperaba con los brazos abrietos. Postrándose ante Ella reverentes, tomáronla en hombros y condujéronla al Templo Catedral. ¡Procesión tristísima esa, cuyo recuerdo dificilmente se borrará de la memoria de los hijos de la Laguna!
Durante ocho días oraron con fervor á los pies de su devoto Cristo.
Y Dios les oyó. Y apartó de sus labios el cáliz que ya empezaban á probar. Y fueron libres del gran infortunio. Y en sus corazones renació la paz y la alegría.......
Desde entonces ha ido en aumento la devoción á esta sagrada Imagen; haciéndose notar con especialidad en la solemne procesión del día de hoy.
Al ver el recogimiento con que los fieles la acompañan, la ternura de las miradas que la dirigen, las frases de encendido afecto que involuntariamente acuden á sus labios, la piedad con que devotas personas la siguen, llevando en las manos cirios encendidos, símbolo de su fé y de su esperanza en momentos de tribulación, siéntese el corazón cristiano embargado de un dulce, indefinible sentimiento; y aún el mismo incrédulo ó indiferente no podrá menos de bajar la cabeza y decir en su interior ¡Dichoso los que creen!.
Ramón Ascanio y León