La Pontificia, Real y Venerable Esclavitud del Santísimo Cristo de La Laguna rindió ayer homenaje a los campaneros de la ciudad que, con sus toques, han convocado a la población a las fiestas más célebres de La Laguna
El 3 de septiembre de 2004 bajo la presidencia del Esclavo Mayor D. José Suárez Mendez se organizó un homenaje a los a los Campaneros que año tras año en las fiestas en hornor al Stmo. Cristo de La Laguna repican las campanas del Real Santuario.Estubieron presentes aparte de la Junta de Gobierno de la Esclavitudlos campaneros de la Ciudad que repican en la S. I. Catedral, en la Parroquia Matriz de Ntra. Sra. de la Concepción, de la Parroquia de Santo Domingo de Guzmán entre otras. El Acto comenzó con las palabras de Bienvenida por parte del Esclavo Mayor y el cual le dio la palabra a D. Antonio Francisco Regalado Díaz, Licenciado en Historia del Arte, quien recordó las palabras con las que Luis Álvarez Cruz describió las campanas como las que, llorando o cantando, siempre suenan sobre la ciudad. Ellas, como añadió, "en duelos o fiestas, lloran y cantan cada una con su son, cada una con su música, sobre los tejados con verodes de la ciudad, sobre los balcones de tea, sobre las gárgolas que fingen no se sabe qué suerte de fauna mitológica, sobre los aleros saledizos, sobre los cuarterones de las añosas puertas y sobre los escudos nobiliarios que exornan las fachadas palaciegas".
Ninguna de las campanas de la ciudad, según el conferenciante, logrará apagar las voces que vibran en la espadaña del antiguo convento de San Miguel de las Victorias. Explicó que en el caso de los conventos, las campanas aparecen cerca del coro alto, que coincide frecuentemente con la galería superior del claustro principal, para de esta forma avisar a la comunidad a las diferentes horas litúrgicas: laudes (6:30 de la mañana), tercia ((8:30 de la mañana), sexta (12:00 horas), nona (15:00 horas), vísperas (al caer la tarde) y completa (antes de ir a dormir).
El toque de las campanas, explicó el historiador, hace una función tanto interna como de aviso a los feligreses de la llamada a las misas y demás actos de la comunidad. "Las campanas laguneras -precisó- se caracterizan, frente a muchos pueblos y rincones de nuestras islas, e incluso de la Península, porque están fijas, no dan vueltas y, al repicar o redoblar, el sonido se produce por el golpe del badajo en el bronce".
Campaneros populares
Antonio Regalado recordó a los diferentes campaneros que han sobresalido, en una labor callada e importante, en las principales iglesias de la ciudad, como la Concepción, donde sobresalen la familia Marrero, con Luis Marrero y sus hijos Mundo, Jesús y Bonfilio; la familia de "Los Maneca", Antonio Juan, Lorenzo de Armas, que tocaba como nadie el tajaraste, Manolo Arvelo, conocido como Manolo "El Pollo", la familia Samarín y Marcos Abel Afonso.
En el convento agustino fueron populares Alberto "El de las Medallas", Enrique "El Guardia", Eladio, Maestro Miguel o Julio Agustín González.
En la Catedral repicaron con gran maestría la familia de "Los Peritas", Ricardo González, Florencio, Maestro Augusto "El Campanero", "El Chino", Francisco Javier Afonso "El Chispa", José Ferrer García, Miguel Ángel Fuentes o Carlos "El Gordo".
Los campaneros de Santo Domingo tocaron la matraca y las campanas, como Miguel "El Burro", las familias Cedrés, Valencia y Febles, Sigut, Tomás Amador, Jesús Gil y Santiago Martín.
Y en el santuario del Cristo, protagonista en este mes de septiembre festivo, encontramos a Paco Ferrera, las familias Falcón y Marrero, Manolo García "El Pitera", Juan Trujillo, José María Maury, Antonio Manuel Rodríguez Cedrés y Jesús Enrique González.
El historiador Regalado habló de cosas curiosas, como el toque del famoso tambor que trajo un capitán francés en el convento de Santa Clara, la costumbre del conocido pregonero Jorge Tabares de tocar un breve repique cuando realiza su peregrinaje a la ermita de San Roque, el tocar una sola persona cinco campanas en la Concepción, el que Lolita Marrero fuera la primera mujer campanera y el cura José García como el único religioso que se recuerda en repicar.
Antonio Regalado pidió que se tenga cuidado con las intervenciones en los campanarios, por considerarlos testigos del paso del tiempo, "roca viva de un pueblo que ve pasar la vida, sus costumbres y la trayectoria de la ciudad que los observa como guardianes de su tiempo".